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Columna
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La cabeza y la embestida

El profesor Juan Marichal se refería a las cabezas valientes que tanto se echan en falta en nuestro país. Pero conviene enseguida distinguir la valentía, la capacidad de asumir riesgo para decir lo que se piensa sin incurrir en la espiral del silencio ni entregarse a la coacción ambiental, y la embestida más propia de los cornúpetas. En un libro excepcional, editado por la Unión de Criadores de Toros de Lidia con motivo del centenario de su fundación en 2005, el secretario técnico de la institución, Jaime Sebastián de Erice, da cuenta de los avances del sector mientras lamenta que la crianza del toro haya estado más dirigida a satisfacer las exigencias del callejón que las del público. Señala que la Fiesta sin respaldo social, sin baños de multitudes, es mucho más vulnerable a los ataques externos. Concluye que lo de "toros con sol y moscas" lo dijo hace muchos años alguien que estaba a la sombra y remata su faena con un humilde reconocimiento sobre el ganado de lidia según el cual, a pesar de tantas medidas adoptadas, "nunca podremos asegurar que los toros embistan".

En Albacete acaba de celebrarse el pasado fin de semana el primer Foro sobre la Fiesta de los Toros en Castilla-La Mancha ilustrado con acompañamiento demoscópico. Aceptemos que a partir de abril empiezan las ferias taurinas pero también estamos en puertas de las elecciones municipales y autonómicas, a celebrar el 27 de mayo, sin que por parte alguna veamos convocatorias análogas con expertos de todas las áreas implicadas. El encuentro de estos días con los aficionados a los toros permite advertir en ellos una sensación de amenaza. Se diría que están como los norteamericanos de la Asociación Nacional del Rifle, que presidía hasta fecha reciente Charlton Heston. Los del Rifle se sienten portadores de un valor constitucional básico, a tenor del cual los ciudadanos tienen derecho inalienable a poseer armas para defender sus personas y propiedades. Temen que en aras de la corrección política imperante y de documentales como Bowling for Colombine, de Michael Moore, acaben dictándose leyes restrictivas. Por eso, procuran difundir su verdad, acuden a las escuelas o a los clubes y se multiplican para imbuir de la justicia de su causa a todo el tejido social. Aquí los taurinos han dado en poner sus ojos en Francia donde surgen iniciativas muy interesantes para asegurar la pervivencia de la Fiesta.

Pero dejemos los ruedos y las galerías de tiro y volvamos a las elecciones, cuya lidia presenta características propias. Desde luego sorprende que, en medio de la barahúnda de declaraciones y contradeclaraciones de los candidatos y de las cúpulas de los partidos que concurren a la convocatoria, se advierta la prevención de algunos contendientes por desencadenar la pasión de las urnas. Cunden los cálculos que estiman peligroso para el triunfo de ciertos colores una participación electoral por encima del 60% del censo. O sea, que el ideal buscado sería motivar a la militancia propia y a sus círculos concéntricos sin sacudir la abulia de ese amplio sector que en mala hora se despertó el 14-M cuando las últimas generales. Así lo vio la ministra de Educación, Pilar del Castillo, de profesión sus sociologías demoscópicas, que aquella misma noche del escrutinio andaba pidiendo explicaciones disgustada por la comparecencia en los colegios para echar sus papeletas de tantos jóvenes y tantos desencantados de la izquierda con los que hubiera sido mejor no haber tenido que contar.

La cúpula del PP de la calle de Génova parece empeñada en propugnar que el 27 de mayo se produzca un voto de castigo al presidente Zapatero, figura que quiere convertir en la suma de todos los males sin mezcla de bien alguno, en línea con las definiciones del olvidado Ripalda. En el anverso, desde la sede de la Ejecutiva socialista de la calle de Ferraz el correoso secretario de Organización, José Blanco, corre con los gastos de hacer la lidia contraria. Pero convendría poner a los electores ante las auténticas opciones. La oportunidad del 27 de mayo es la de descabalgar a los corruptos cualquiera que sea la coloración en la que se amparen y dar el apoyo a quienes lo hayan merecido por su gestión o sean alternativa válida a los desastres padecidos.

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