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Reportaje:

Valdés, el perfeccionista

El portero del Barça trabaja ahora para mejorar el saque de portería y el golpeo con el pie izquierdo

Víctor Valdés nació en L'Hospitalet, pero prefiere que digan que es de Gavà: allí creció y allí vive, frente al mar, junto a una playa por la que cada tarde que puede pasea con su perro, un bóxer fiel y travieso. Allí, en Gavà, se puso por vez primera de guardameta cuando no medía ni metro y medio, usando de portería la puerta del aparcamiento de la casa en la que vivía y teniendo por delantero a su hermano. Obsesivo como es, desde entonces vive dedicado a que nadie le meta un gol, trabajando en ser mejor cada día, insistiendo como pocos en alcanzar una perfección que sabe que no existe, pero que se empeña en conseguir cada mañana. Aseguran en el vestuario del Barça que ni siquiera le vieron contento del todo la noche que en París se ganó la final de la Copa de Europa al Arsenal a base de que se lo parase todo a Henry sencillamente porque le metieron un gol: "No hay partido perfecto", suele decir; "todo es mejorable".

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El domingo pasado fue decisivo en la victoria del Barcelona contra el Mallorca. En el minuto 32, Valdés paró a Jonás el penalti que él mismo había cometido sobre ese jugador. Le han tirado cinco y sólo le han metido dos: se los marcaron Van Nistelrooy (Madrid) y Nené (Celta), pero se los detuvo a Estoyanoff (Deportivo) y Garay (Racing), el que le marcó dos a Casillas el sábado en El Sardinero.

"Simplemente, tuve suerte. No hay más. Un portero puede trabajar muchas cosas y estudiar a los rivales. Nosotros lo hacemos, pero, al final, llegado el momento, parar un penalti es pura cuestión de suerte. Por eso, no hay que escrutar a Casillas al respecto. Tuvo mala suerte", asegura Valdés, que reconoce haber celebrado su parada a Jonás "como si hubiera metido un gol".

Lo explicó: "Me sentía culpable de que el árbitro hubiera señalado penalti. Debí haber aguantado más al contrario. La jugada no habría acabado como terminó", explicó ayer. De acuerdo con la opinión de Gregorio Manzano, el entrenador del Mallorca, la jugada debió acabar con su expulsión. Valdés asume que era una posibilidad, pero expuso que en el descanso, camino de los vestuarios, habló con Rafael Ramírez, el colegiado, para conocer los motivos por los que le mostró la tarjeta amarilla: "Me dijo que no observó que fuera una jugada manifiesta de gol porque había varios compañeros míos que habrían llegado antes al balón que el delantero. Así que pitó la falta y me amonestó". Y añadió: "Ese fue el error. Debí aguantarle más".

"Es un perfeccionista", dice de él Juan Carlos Unzué, que a diario trabaja con Valdés y sabe bien de lo que habla: hace sólo dos semanas se reunieron y le dieron una vuelta de tuerca a los entrenamientos. "Siempre quiere mejorar y noté que empezaba a dar síntomas de que le faltaba algo. Hablamos y dimos con detalles que podía mejorar". Desde entonces, durante las sesiones preparatorias, intensifica el golpeo del balón con el pie izquierdo y ha modificado el saque largo con el pie realizando ejercicios para pegarle más plano al balón -"a la argentina", apunta Unzué- con la intención de ganar precisión. "Si puede mejorar, trabajaré para conseguirlo", insiste Valdés, entregado a la idea de crecer como portero en cada entrenamiento, siempre, claro está, que no se organice un partido y le permitan jugar de delantero, ya que entonces exhibe sus condiciones de goleador.

Aun cuando no es internacional y no está exento de la crítica -admite que comete errores-, la progresión de Valdés ha sido notoria. Mañana frente al Getafe, sin embargo, jugará Jorquera. "Se lo merece. Él empezó a alinearse en la Copa y merece llegar hasta el final", subraya Valdés.

Valdés se lanza a los pies de Jonás en la acción que fue sancionada con penalti contra el Barcelona.
Valdés se lanza a los pies de Jonás en la acción que fue sancionada con penalti contra el Barcelona.ENRIC FONTCUBERTA

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