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Columna
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La ciudad que sonríe

Las noticias sobre Cádiz en los medios de comunicación han estado marcadas siempre por tres asuntos: captura de alijos de droga, llegada de pateras y conflictos laborales. Por supuesto, también por la supuesta gracia de los gaditanos, pero eso es otro tema. Esta semana han coincidido en el tiempo la solución parcial del conflicto de la pesca, gracias a la entrada en vigor del nuevo acuerdo con Marruecos, el recrudecimiento del conflicto de Delphi, la polémica por el nombre del nuevo puente sobre la Bahía y el aumento de la vigilancia en el tránsito fronterizo con el Magreb. En el fondo, los temas de siempre, aunque con formas distintas. Los conflictos laborales: uno nuevo, el de Delphi, y otro antiguo, el de la pesca. Los trabajadores de Delphi han demostrado hasta ahora una moderación y una tenacidad excepcionales. El tiempo pasa y no se resuelven los problemas de fondo: no aparece un comprador, no se alcanza un acuerdo con los propietarios de las patentes, se acaba la materia prima, la jueza que instruye el sumario sobre la insolvencia comercial lo ejecuta con parsimonia, ya se han hecho dos manifestaciones y el miércoles hay prevista una huelga general en la comarca. Es decir, el conflicto tiene todas las papeletas para endurecerse. La llamada a una huelga general porque una multinacional decide abandonar su fábrica parece una respuesta inútil. No creo que a nadie en EE UU le importe lo más mínimo si el paro lo secunda el 80% o el 20% de la población. Es normal que los trabajadores se pongan nerviosos, aunque su futuro está garantizado: ninguno se irá al paro ni quedará en la indigencia. La España del siglo XXI tiene un Estado del bienestar tan potente que no cabe un desenlace así. Pero es normal que los trabajadores quieran saber si la fábrica va a seguir en manos de otra empresa, si la Junta va a caer en la tentación de quedársela y pasarla al sector público o si se va a cerrar, aunque sea parcialmente, con parte de los trabajadores prejubilados. El asunto es que una carta en inglés enviada por fax desde EE UU ha causado una conmoción. Todavía nadie de la empresa ha explicado la situación a los ciudadanos.

Otro conflicto laboral que dio mucho que hablar años atrás parece que ha encontrado cauce. Los barcos andaluces han comenzado a faenar en aguas de Marruecos, después de ocho años de ausencia. En su día, el PP, en una neocruzada contra el infiel, desarrolló una política hostil hacia Marruecos que terminó con decenas de años de pesca en las aguas del vecino magrebí (por cierto, se dice alauí y no alauita, nombre de su dinastía reinante, no del país).La diplomacia española ha conseguido restituir esta labor que da trabajo a mucha gente.

Ahora llegan muy pocas pateras. Lo que sí vienen son cientos de mujeres marroquíes para trabajar en la fresa, al parecer con gran éxito por su laboriosidad y dedicación. El mayor punto de entrada de marroquíes son los puertos de Algeciras y Tarifa, muchos de ellos con sus contratos en regla, y otros escondidos de diversas formas. No ha acabado la inmigración clandestina, pero se ha contribuido a su reducción, lo que no quita para que la policía haya extremado la vigilancia ante el recrudecimiento del integrismo y del terrorismo islamista en el Magreb. Nos debe inquietar la inseguridad y la exclusión social cuando se produce a tan sólo unos kilómetros de las costas de Cádiz. Por eso son importantes las vías de cooperación, la inversión española y el fomento del desarrollo de Marruecos. Un país más próspero será más estable y no un caldo de cultivo para el fanatismo. Aunque eso suponga que Marruecos compita con la fresa o el tomate andaluz, o que en Tánger se construya un superpuerto que va a restarle tráfico al de Algeciras. La instalación de empresas en Marruecos, aunque sea con una legislación permisiva hacia los abusos, como demuestra el caso Delphi, es un objetivo estratégico para España. Mientras tanto, discutir si el nuevo puente sobre la Bahía se llama de La Pepa o de la Constitución del 12 es una anécdota de "la ciudad que sonríe", según eslogan del Ayuntamiento de Cádiz.

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