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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

La incertidumbre del PP

Hay semanas que uno no está para nada, y eso es lo que le ha ocurrido estos días pasados al PP valenciano, cautivo de distintos episodios que se han sintonizado y ante los cuales sus dirigentes no han podido hacer otra cosa que apretar los dientes y confiar en que escampen pronto sin demasiada merma del crédito electoral. Uno de ellos, el ajuste final de las listas autonómicas y municipales, sigue coleando y, aunque acaben primando los intereses del presidente Francisco Camps, su liderazgo ha quedado tan lesionado como lo estaba hasta ahora por la resistencia agónica del zaplanismo. El golpe de autoridad sobre las candidaturas no se ha producido y tampoco la cohesión del partido podrá ser un argumento en el discurso por el voto. Van a la greña.

Con este frente interno abierto se ha descolgado por estos pagos el presidente José Luis Rodríguez Zapatero para exprimirle el rendimiento electoral a los más de 5.000 millones de euros que su Gobierno ha invertido en la Comunidad en el curso de los últimos tres años. A la luz de esta cifra resulta más contrastada la atonía inversora en el País Valenciano de los gabinetes del PP que le precedieron en Moncloa, como ha sido oportunamente resaltado para mayor aflicción de los titulares de la Generalitat, que únicamente pueden objetar, y con razón, el carácter electoralista de la gira. Pero a estas alturas de la legislatura, ¿qué gesto político no lo es?

La visita de ZP, además, ha venido a exacerbar la incertidumbre que se ha instalado en el seno del PP valenciano, decantada de la seguridad en el triunfo que le anticipan las encuestas tanto como de la desconfianza que simultáneamente les desazona. No se quiere pensar en un vuelco electoral, pero tampoco se sacuden la sombra el mismo que cualquier suceso aviva. Tanto más si se concitan la mencionada disputa interna, la embajada presidencial que glosamos y, todo al tiempo, el nuevo informe condenatorio del urbanismo valenciano elaborado y aprobado por la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo.

A propósito de este último correctivo urbanístico poco más puede añadirse a lo mucho dicho y escrito tanto en esta ocasión como en los pronunciamientos anteriores y asimismo condenatorios de la Eurocámara. Pero quizá puedan subrayarse algunos matices. Uno, y notable a nuestro entender, es el abismo que media entre la sensibilidad de los eurodiputados y el Gobierno valenciano, con la cohorte afín de promotores inmobiliarios. Unos hablan de "expolio" y "enladrillamiento del litoral" en tanto que los otros, además de sentirse "injustamente tratados", siguen aferrados a la convicción de que han promovido un urbanismo ejemplar, se diría que un país "verde y azul" en lírica y delirante evocación del Consejero de Territorio, Esteban González Pons. Un paisaje tan amable que, recordemos, le costó el cargo a su predecesor al frente del departamento y convirtió a la Comunidad en piedra de escándalo europeo no sólo por los abusos medioambientales, sino por algo tan grave o peor en sociedades avanzadas: la inseguridad jurídica para propietarios e inversores.

Guste o no, el PP valenciano habrá de cargar con este mochuelo que denuncian las condenas de la Eurocámara y que se traducirá en otras resoluciones judiciales a raíz de los procesamientos incoados por las corrupciones aireadas. Cierto es que la Comunidad no tiene la exclusiva en este capítulo, pero el que los sinvergüenzas -políticos y promotores de cualquier obediencia parridaria- pululen por doquier no ha de conminarnos a ser indulgentes con los convecinos que han hecho y hacen su agosto por estos lares. Puestos a ejercer el patriotismo resulta evidente que a la inmensa mayoría de los ciudadanos nos conviene ser europeos.

Y un último apunte. Bruselas nos ha señalado -con el voto en contra del PP, recordémoslo- las lagunas jurídicas de la ley y la praxis urbanística en el País Valenciano, y el mercado, a tenor de la crisis que se percibe en el sector del ladrillo, obliga ya a emprender otro modelo urbanístico, tan indefinido por el momento como el actual. Quizá fuese oportuno que el Consell soslayase su habitual actitud defensiva y dijese alguna palabra o tomase la iniciativa a este respecto. ¿O es demasiado sugerir?

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HUELGAS EN LA SANIDAD

Varios sindicatos han anunciado cuatro jornadas y pico de huelga en centros de salud y hospitales repartidas entre los últimos días de este mes y comienzos del próximo. Paros que habrá de sumarse a los que se han producido estas fiestas pasadas y que provocaron los consabidos colapsos. Hemos de suponer que hay razón bastante para presionar de este modo a la Administración pública, pero no podemos eludir la impresión de que se echa mano con demasiada rapidez de este recurso extremo, que en este caso incide en un amplísimo sector particularmente sensibilizado, a menudo resignado y cautivo. Quizá haya que someterse a cursos de negociación, pero por este camino se acaba banalizando lo que habría de ser un medio extraordinario.

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