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Columna
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Del cero al infinito

Oxford es el único lugar del mundo donde uno puede encontrarse con varios Premios Nobel en una mañana. Suelen ser tipos despistados que van pedaleando en bicicleta con un calcetín de cada color y la chaqueta del pijama debajo del abrigo. Sin embargo, muchos de ellos son capaces de tratar el ADN con la misma relación de familiaridad que usted y yo mantenemos con nuestros cuñados.

Uno de estos catedráticos de Oxford con cara de niño, trompetista aficionado y seguidor del Arsenal, acaba de publicar un libro sobre los números primos que se ha convertido en un bestseller. Como ustedes recordarán los números primos son aquellas cifras misteriosas de nuestra infancia que sólo se pueden dividir entre sí mismas o entre uno. Unos guarismos que han llevado de cabeza a los matemáticos desde hace dos mil años. El libro de Marcus du Sautoy se titula La música de los números primos y en él trata de demostrar al club de los poetas que las cifras son un lenguaje más universal que los versos. Una afirmación arriesgada si se tiene en cuenta que las palabras de Shakespeare y Cervantes han traspasado las fronteras de todos los continentes, pero quizá tenga razón si pensamos en dimensiones planetarias. Si alguna vez se descubre alguna forma de vida en la otra esquina del Universo, es muy probable que su biología sea muy diferente a la nuestra, pero allí el 7 seguirá siendo un número primo. Por eso los satélites que envían señales a otras galaxias lo hacen en forma de ecuaciones. Ya lo dijo Jorge Wagensberg: "Dios pudo inventar la Física, pero tuvo que aceptar las Matemáticas".

Los que no parecen aceptarlas son las autoridades educativas que han decidido eliminar el cero de las evaluaciones escolares cargándose de un plumazo nuestro sistema decimal. La belleza del cero atrajo la atención de todos los pueblos civilizados del mundo. De la India fue llevado a Arabia y desde allí a Europa donde consiguió entrar en el siglo XI. Al principio la Iglesia prohibió su uso por tratarse de un símbolo de los infieles y no fue hasta el siglo XV cuando la comunidad científica en pleno decidió adoptar el sistema decimal. Ahora el Ministerio de Educación considera que el cero puede herir la autoestima de nuestros sensibles escolares. Y en vez de preocuparse por averiguar qué es lo que hace que un chaval saque un cero para intentar que eso no ocurra, optan por eliminar el cero de las calificaciones y asunto arreglado. Deben de creer que los alumnos son tontos.

No sé qué dirían de ello los filósofos por aquello del cero y el infinito, pero intuyo que todo el pensamiento abstracto se vendría abajo si desapareciera la diferencia entre el Ser y la Nada. Claro que ustedes podrían preguntarse por qué demonios hay algo en lugar de no haber nada. Cuestión para la que de momento no hay respuesta. En cualquier caso les aconsejo que lean La música de los números primos, un thriller apasionante al estilo de los códigos conspirativos, sólo que aquí todo es verdad y al final nunca se atrapa al culpable. Además, dice su autor que la comprensión matemática provoca un subidón de adrenalina más fuerte que el sexo. Así que ya lo saben: prueben a hacerlo con los números primos y ya me contarán.

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