La plantilla de Puerto Real calcula que la factoría gaditana podría quedarse sin actividad en mayo
Los 1.600 trabajadores de Delphi fichan cada día. Acuden puntualmente a la factoría de Puerto Real (Cádiz), pese a que cada vez son más quienes, en lugar de a trabajar, van a la fábrica a interesarse por las novedades de la crisis. Los pedidos han caído desde que la empresa anunciara el cierre el 22 de febrero, y muchas máquinas han tenido que parar su actividad. Pero sus encargados no están dispuestos a abandonarlas.
La división de rodamientos es la más afectada. Prácticamente parada desde la última semana, los empleados apenas pueden ocuparse del mantenimiento de la maquinaria. La división de amortiguadores será la siguiente. El cinco de mayo pierden un contrato más, el de los amortiguadores traseros A-3300. Hace un mes ya se quedaron sin los pedidos de Peugeot. En breve, la actividad en Delphi Puerto Real habrá acabado.
Sólo la división de direcciones mantiene el ritmo de trabajo, la única que sigue demandando materia prima para cubrir sus encargos. Pero la plantilla no cree que esta aparente bonanza se sostenga durante mucho tiempo. En mayo, dicen, la planta podría quedarse sin actividad.
"Si tenemos que estar pegados a las máquinas esperando a que llegue faena, lo estaremos, igual que estuvieron los compañeros de astilleros hace unos años", sostiene Isidro Jiménez, portavoz de CGT. Lo harán, asegura, pese a que muchos empleados han acusado ya las consecuencias de esta incertidumbre.
"Llevas 25 años en un puesto, y un día, llegas, y no hay nada que hacer. ¿Cómo lo afrontas?, ¿con qué tensión?". De hecho, los numerosos casos de crisis de ansiedad, hipertensión y amagos de infarto que se han registrado en la fábrica ha llevado al comité de empresa a denunciar a Delphi en la Inspección de Trabajo. Un total de 128 empleados han visitado el departamento médico con síntomas relacionados con el estrés laboral, pero el presidente del comité, Antonio Pina, afirma que son más los afectados: "No hemos contado aquellos trabajadores que lo están pasando muy mal en los rincones de la factoría, los familiares directos que por la tensión que estamos llevando a casa empiezan a sufrir problemas de salud y aquellos que vamos al médico de cabecera porque creemos que lo que nos ocurre nada tiene que ver con lo que estamos viviendo en la empresa".
"El proceso de negociación es largo y complicado, lo sabíamos desde el principio, pero la paciencia tiene un límite, y nosotros estamos al borde", reconoce Pina. Las familias de los trabajadores también sufren este agotamiento psicológico. "Pasa el tiempo y estamos igual o peor, porque nos da la sensación de que nos cierran puertas", se queja Charo Díaz, esposa de un operario. El aplazamiento de la decisión del juzgado de lo mercantil, que debe determinar si admite a trámite o no la solicitud de declaración de insolvencia de la empresa, ha sido el último retraso.
La manifestación del jueves en Cádiz probó que la ciudadanía gaditana apoya a la plantilla. Pero también fue una muestra de la extenuación que comienza a hacer mella en los trabajadores. No abandonan su espíritu luchador, pero los gritos de "Delphi no se cierra" se oyeron con un volumen más bajo esta vez.
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