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Columna
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Sebastián huye a Egipto

Carteles en diversas zonas de la ciudad con la fotografía del economista Miguel Sebastián, que ya auguraban su reciente mitin en el templo egipcio de Debod, tan próximo a la plaza de España, nos informan de que es el candidato socialista a la alcaldía de Madrid. El primer cartel de Miguel Sebastián que recuerdo haber visto fue en Sol. Allí, en su día, en el comienzo mismo de la calle de Alcalá, tenía su sede el café de la Montaña, donde Valle-Inclán recibió, en una reyerta, un criminal bastonazo del periodista Manuel Bueno. Aquel bastón le incrustó a Valle-Inclán un gemelo en la piel y, a resultas de la gangrena originada, los médicos tuvieron que amputarle el brazo izquierdo al autor de las Comedias bárbaras. Y esta triste anécdota es una buena imagen de los delirios políticos que vivimos aquí todos los días.

Oigo la voz de Sebastián -a quien no hay que confundir con el arzobispo de Pamplona, con quien comparte apellido- en la radio, y por el tono moderado de su discurso se ve que ha ejercido la docencia, una profesión donde la altisonante oratoria decimonónica, como su propio nombre indica, dejó de usarse en el siglo XIX. No obstante, en el siglo XXI -que tiene ya el discurso propio de este siglo-, en las aulas y en el Parlamento se utiliza una oratoria distinta. A Miguel Sebastián quizá le conviene practicar una oratoria más vibrante -es decir, sustituir la oratoria de cátedra por la oratoria parlamentaria-, dado que los votantes no leen los programas electorales y se quedan con lo que oyen en la radio. Y, ya de hecho, Miguel Sebastián, aplicando el principio de que el público reduce la Revolución Francesa al eslogan "libertad, igualdad, fraternidad", él también en su web -www. miguelsebastian.es- reduce las ideas de su programa a este cuarteto mágico para Stradivarius: convivencia, calidad de vida, pacto por la movilidad y oportunidades. Bochorno me produce reconocer mi ignorancia política. Pero, de estas cuatro propuestas, yo sólo sabía lo que eran las oportunidades: esta cultura política, por cierto, se la debo a la planta del sótano de El Corte Inglés, donde los votantes madrileños tomamos conciencia de lo que son las oportunidades en la vida. Una buena americana o una blusa, con un descuento del 50%, nos inyectan en vena la doctrina política de los cinco espléndidos volúmenes de Historia de la teoría política que compiló Fernando Vallespín comenzando por donde solemos comenzar aquí: por la Grecia antigua, y, naturalmente, aparcando para una próxima reencarnación la teoría política de los egipcios que, ya en el siglo V a. C., tanto fascinaron al historiador griego Heródoto, que alucinó en su viaje a Egipto.

Consciente Sebastián de que la Grecia antigua nos queda a un tiro de piedra y de que hay que remontarse a nuestros auténticos orígenes, como preparación para su visita de hace unos días a París, donde también le esperaba un célebre obelisco egipcio, visitó con anterioridad el templo de Debod y anunció su panem et circenses -su "pan y circo"- que hoy, tras la resurrección de Cristo, se ha transubstanciado en wi-fi (wireles fidelity: comunicación inalámbrica). Y digamos de paso, en el umbral de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario de los Filipinos, de la calle del General Díaz Porlier, que la comunicación inalámbrica y la proliferación de CD-RW está minando los principios de los ateos que ahora se están diciendo perplejos: si la Enciclopedia Británica cabe ya en un CD-RW, que es lo más parecido por su forma circular y tamaño a la hostia con la que consagran los arzobispos -y, sin ir más lejos, el arzobispo pamplonés Fernando Sebastián, nacido en Calatayud, la patria también de la Dolores de la copla- ¿qué objeción lógica podemos hacer a la creencia de que el cuerpo de Cristo cabe en una hostia? ¿Cuántos kilos podría pesar Cristo? ¿Y cuántos kilos pesa la Enciclopedia Británica? Llegados a este punto de no retorno lógico hay que abandonarse en brazos de la poesía. Abro la espléndida Antología de poesía española y egipcia contemporánea, de Muhammad Abuelata, publicada por el Instituto Egipcio de Estudios Islámicos que dirige en Madrid Abdel Fattah Awad, y leo los primeros versos del poema Criaturas del reino de la noche, de Ahmad Abdulmuti Higazi, que parecen escritos para un candidato a alcalde: "Soy el dios del sexo y del miedo, / el último macho... / Abandoné mi refugio para echar una mirada a mi patria". Y añade: "Y sólo soy un símbolo; por eso, sígueme". Las urnas municipales ya embarcan en El Cairo.

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