Tapar el sol con un dedo
Mientras millones de ciudadanos siguen sin dormir pendientes de las rencillas peperas por las listas electorales de Alicante y otras provincias afines, otros tantos millones andan interesados por asistir en algún lugar de Europa a la exposición sobre la sandía que han montado el conseller González Pons y el jefe de los promotores alicantinos, Murcia Puchades. Son asuntos de coña para las masas. En esta nuestra nación de provincias nuestro mejor remedio contra el sol es taparlo con un dedo. Pones como así hacia arriba el dedo gordo, tapas el sol y ya no te afectan los rayos ultravioletas.
Lo de las listas es a políticos y periodistas como el reflejo condicionado de la campana de Pavlov. Hablas de listas electores y todos a ensalivar. Luego el asunto sólo sirve para asegurar la pitanza y las llamadas fuentes informativas intoxicadoras. Pero es una cosa que entretiene y, sobre todo, permite radiografiar la idiosincrasia de la clase política al uso. No se enteran que si de tercero en una lista importante del PP, del PSOE o de los querubines de Gloria Marcos pones a Mortadelo y Filemón el personal vota igual o no vota. Pregunte usted en la calle el nombre de un diputado. ¡Ni idea! Un dedo para tapar el sol.
Bueno, en el caso de Bruselas más bien quieren utilizar el dedo meñique. Lo de los eurodiputados contra el urbanismo valenciano es de conjura balcánica. Ahí están desde Croacia hasta Malta o la Costa Azul. Pero, como me harto de decir, que la defensa de promotores y afines sea montar una exposición y la del Consell inventarse el urbanismo sandía como si fuera un moderno "Yo pecador" eso es aún peor. A poco que supieran ponerse una gorra para taparse el sol seguro que tendrían algún pensamiento más constructivo. Lo del PSOE con la guadaña contra el ladrillo eso ya no se cura ni con sombrero mexicano. Que ganas de acabar con los activos financieros del personal.
Hay, por ejemplo, un argumento que sobrevuela en los últimos años esta nación de naciones. Las leyes están hechas para proteger a los ciudadanos. De esta manera la tarea del aparato administrativo de cada pueblo, autonomía, estado o Unión Europea está para castigar a los infractores de las leyes, no a todos los ciudadanos. Pues a nosotros nos pasa lo contrario. Perseguimos a los buenos para que luzcan los malos.
Al secretario de Organización del PSOE, Pepe Blanco, se le ocurre limitar para todos los conductores la velocidad en las carreteras de segundo orden en lugar de aplicar la ley con dureza a los infractores. O nos meten a todos el pánico en el cuerpo con el cambio climático, en lugar de aplicar las leyes medioambientales al uso. O en el asunto del urbanismo: entre eurodiputados y temerosos de dios van a acabar por destrozar un sector y provocar el incremento del paro, sobre todo entre los inmigrantes. Cuando la cuestión es, simplemente, aplicar la ley a los infractores y que el negocio prospere entre la gente de buena voluntad. Que ahora la ética protestante también vale entre los católicos.
Al tapar el sol con un dedo toda esa palabrería sobre el urbanismo depredador y la agresión universal contra la costa levantina ya ha conseguido un primer efecto. El precio de las viviendas de segunda mano está bajando en las tres capitales a un ritmo tan acelerado que no hay quien venda. Y quien no vende una vivienda antigua no compra vivienda nueva. Y ya tienes el lío montado. Una cosa es quejarse de los precios y otra es no poder pagar la hipoteca.
Si miras el sol de cara igual te das cuenta de que sus rayos queman. Tal vez por eso nadie quiere mirar las consecuencias de tanta historia con el urbanismo y la promoción inmobiliaria. El dedo son las listas que tapan la realidad política o la creación de una central de ventas de cítricos (CEVEN) con sede en Madrid, formada por las fincas de gran dimensión de Andalucía, Murcia y Comunidad Valenciana y gobernada por un ejecutivo de Metrovacesa. ¿Qué harán los miles de propietarios que manejan cien mil arrobas al año? Mirar el sol de cara y quemarse.
www.jesusmontesinos.es
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.