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EN SEGUNDO PLANO | Juicio por el mayor atentado en España

La sala (vacía) de las víctimas

Antonio Jiménez Barca

En la planta baja del edificio de la Casa de Campo donde se celebra el juicio del 11-M hay una sala grande, con hileras de sillas y pantallas de televisión. Se cuentan al menos 200 asientos y cinco pantallas de plasma. La Audiencia Nacional habilitó esta sala para que las víctimas del atentado, los heridos en los trenes o los familiares de los fallecidos, siguieran desde allí por el circuito cerrado el desarrollo de las sesiones del juicio que se celebraba una planta más arriba. Las primeras jornadas se pobló de personas que miraban la pantalla que les quedaba más cerca de su silla.

Ahora, la sala está vacía.

Ayer, varios expertos en explosivos comentaban desde todas esas pantallas de televisión de circuito cerrado cómo entraron en el piso de Leganés minutos después de que los islamistas se suicidaran tras activar la dinamita que se habían abrochado como cinturón. Los policías relataban que tardaron horas en vaciar la piscina del jardín de ese inmueble y que en el fondo aparecieron dos cadáveres con el torso destrozado.

En la sala de las víctimas no escuchaba nadie: varios empleados de la Audiencia Nacional aprovechaban la soledad de la sala para comentar cosas de su trabajo y de sus turnos; algún policía ojeaba un periódico, algún otro operario cansado del juicio jugueteaba con el móvil...

"Preferimos estar aquí"

"Es que todos los que venimos ahora cabemos en la sala principal, donde se celebra el juicio, y es aquí donde preferimos estar y no en la sala de abajo, que es como seguirlo por televisión", explica David Abad, miembro de la Asociación 11-M Afectados de Terrorismo, presidida por Pilar Manjón.

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Ni siquiera esta sala principal se llena ya. Ayer acudieron muy pocas víctimas o familiares: ni siquiera dos docenas. Si no hubiera sido por la visita de un colegio y por amigos y conocidos de algunos abogados, los asientos reservados al público habrían estado tan clamorosamente vacíos como los de la sala de abajo, donde los policías describen la salvajada de Leganés para nadie desde las pantallas de plasma.

"Tal vez sea porque acabamos de salir de Semana Santa", aventuraba un psicólogo de esta misma asociación para explicar la ausencia. "No hay una razón determinada, y estoy seguro de que cuando empiecen a venir como testigos los viajeros de los trenes que resultaron heridos volverá la sala a llenarse y todo volverá a ser duro", añadía.

"O a lo mejor es por el clima", dice, mirando hacia la puerta, desde la que se cuela el día lluvioso y triste que soportó ayer Madrid.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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