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Reportaje:

Interioristas ¡al abordaje!

A principios de los años ochenta, el diseñador Mariscal en colaboración con el interiorista Fernando Salas realizaba el bar Duplex en la plaza de Cánovas de Valencia. El proyecto dibujaba descaradamente el interior de la noche valenciana y los primeros anuncios del desembarco de la estética del "disseny". Más al norte, la modernidad producía los primeros "bares fríos". Hoy, del diseño Duplex sólo queda el taburete del mismo nombre mientras la obra de Mariscal ha seguido contaminando otros espacios públicos como la reluciente fachada del Hotel Puerta de Valencia, donde ha recreado su ya clásica iconografía de cómic underground.

El desaparecido Duplex conectaba, desde la "nueva ola", con una tradición valenciana -ahí estaba todavía Barrachina-, donde los espacios de ocio simbolizados principalmente en las cafeterías, habían ejercido de templos comerciales del diseño moderno. Nacho Lavernia, pionero del diseño valenciano de los ochenta, señala estas raíces en el interiorismo valenciano. "Ha habido una tradición de buenos interioristas", dice, "representada en aquellas cafeterías déco, desgraciadamente todas ellas desaparecidas, pasando por la modernidad que han significado nombres como Martínez Peris o Martínez Medina a la hora de la introducción de las corrientes estéticas del exterior".

"La imagen y el diseño de espacios de carácter público ha mejorado sustancialmente"
"En hoteles o locales más pequeños, como un restaurante, tienes mayor margen de confianza"
El interiorismo valenciano vive uno de sus mejores momentos gracias a la efervescencia metropolitana como destino de ocio

Con el gran telón de la Copa de América y la capitalidad de la ciudad como centro turístico, el interiorismo valenciano parece vivir uno de sus mejores momentos gracias a esta efervescencia metropolitana como destino de ocio. Sólo hay que echar una mirada al frente marítimo y sus hostales y merenderos tradicionales transformados en restaurantes y hoteles con encanto. El estudio de Andrés Alfaro Hofmann es uno de los que han marcado con sus trabajos muchos de los espacios públicos de la ciudad en estos últimos 25 años. Un trabajo que se caracteriza por su conexión estilística con la tradición modernista del diseño del siglo XX y su traducción en un ejercicio de líneas depuradas. "Evidentemente", dice Alfaro Hofmann, "se han producido cambios en el mundo del interiorismo. Sólo a nivel de información, cuando yo comencé no teníamos apenas revistas especializadas, y las que había estaban dedicadas a las señoras con secciones tipo 'cómo conseguir la casa de tus sueños".

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Dos hoteles y un fitness-Spa se cuentan entre sus últimos trabajos realizados. "En hoteles grandes es raro el empresario que se atreva a hacer una apuesta muy arriesgada, y se busca una cosa más contenida, de gusto para toda clase de públicos, que por otro lado es lógico y está en todo su derecho de promoverlo. Y por el contrario, en hoteles o locales más pequeños, como puede ser un restaurante, tienes mayor margen de confianza". Es en la restauración donde esta reconversión ornamental y espacial ha tenido su proyección más ilustrativa con la aparición de una serie de restaurantes, marcados por unas líneas limpias y elegantes, alejados de aquella ostentación barroca -cuando no kitsch- que marcaba en otros tiempos la gastronomía local.

Para Carmen Baselga, decana del Colegio de Decoradores y Diseñadores de interior de la Comunidad Valenciana, que este año celebra sus primeros 30 años como institución, "la imagen y el diseño de los espacios de carácter publico ha mejorado sustancialmente". Una imagen que a su juicio todavía presenta algunos frentes deficitarios. "Se echa de menos", señala Baselga, "la implicación de los propios comerciantes y empresarios a la hora de mantener, mejorar, o ampliar la imagen de sus negocios. Siguen sin cuidarse demasiado las terrazas de los bares y los escaparates de las tiendas son, a menudo, poco creativos. Es como si esto no formara parte del conjunto, y ahí no reclaman la ayuda de un profesional".

El estudio de Vicente Navarro es uno de los gabinetes más veteranos de la ciudad. Navarro forma parte de la primera promoción -en 1970- de decoradores valencianos. Una profesión que parece haber dejado atrás aquella imagen del decorador como una especie de ayudante o secretario de la señora de la casa y a la que asesoraba a la hora de escoger los muebles. "Hoy el interiorista", asegura Navarro, "tiene que respirar las corrientes con complicidad y mestizaje.Los medios de comunicación, publicidad, etc. han formado a una sociedad que busca un producto determinado y soluciones concretas a sus necesidades. Esperan una idea que el interiorista comparta y realice". Para Navarro "el interiorismo que se realiza en la Comunidad en estos momentos sigue la corriente internacional de diseño e imagen". Entre sus trabajos más recientes se encuentra un hotel de cinco estrellas situado en la avenida de las Cortes Valencianas en el que ha colaborado el artista Rafael Armengol.

Para Nacho Lavernia, "el pulso del interiorismo como el de cualquier otra actividad de diseño, lo marca realmente el cliente. Sin buenos clientes, no hay buenos trabajos, y parece que ahora hay gente joven, emprendedora, con criterio y con ganas". Una convergencia que no siempre resulta tan fluida. "A veces", señala Alfaro Hofmann, "te encuentras con un cliente que te pide una cosa moderna, de vanguardia, y ves que utiliza el término vanguardia, pero en realidad su propuesta es lo más alejado de una cosa creativa y arriesgada, porque sólo con ver sus oficinas y despachos, te das cuenta de que siguen viviendo en el pasado".

En la década de los noventa el estudio de Nacho Moscardó proyectó algunos de los locales de copas más populares de la noche valenciana. Barroco y teatral, el interiorismo de Moscardó se encuentra en las antípodas de las corrientes más minimalistas o puristas. Una apuesta estética que levanta división de opiniones pero que goza del éxito a juzgar por la recepción popular que han tenido la mayoría de sus proyectos. "Casi todos los trabajos", dice Moscardó, "que yo he hecho tienen esta marca escenográfica, proposiciones muy espectaculares, muy expresivas. A mí me gusta definirlas como un relato de lo que pasa en el mundo". Su firma se puede ver en un bingo en Varsovia o una sala de fiestas de Bucarest. Ahora, como otros estudios, participa en este boom de iniciativas que parecen cocerse por todas partes. El próximo, un centro de ocio en Cullera promovido por capital ruso. "Es un proyecto muy ambicioso situado en lo que era el Balcón de Cullera, con restaurantes, terrazas, etc. Después de haber trabajado con empresarios valencianos en el exterior, ahora voy a trabajar con capital ruso en Valencia".

Desde su laboratorio, el estudio Zyx, el diseñador Vicente Blasco ha dedicado mucho tiempo a observar el paisaje mutante del diseño e interiorismo valenciano. "Yo creo que en estos momentos se está haciendo un esfuerzo para dotar a los locales de carácter, para diferenciarse y así resultar atractivos para el visitante". Para él se ha producido un significativo cambio en el mundo del ocio local. "Antes los locales eran más de carácter doméstico, para uso propio de los habitantes de la ciudad, preferíamos el lugar como sitio de encuentro más que como espacio de imagen. Ahora esto ha cambiado, por la gente que viene de fuera y se ha pasado a los locales tematizados".

Entre los diseñadores valencianos con una mayor proyección exterior se encuentra Juan José Belda. Como jurado de algunos de los Premios Nacionales de Diseño, ha sido testigo de esta revalorización y proyección de la figura del interiorista. "Para mí una de las cosas más sobresalientes en estos últimos años ha sido la buena conexión entre los diseñadores gráficos y los interioristas, y cómo la gráfica ha salido del papel o del rótulo de entrada para formar parte de parámetros protagonistas en espacios interiores".

Sobre las tendencias del interiorismo actual señala el nefasto revival por los años setenta. "El interiorismo nunca había mirado hacia atrás como en el caso de la moda, porque una cosa es utilizar buenos diseños de cualquier época y otra recrear ambientes de aquellos años con el único criterio de parecer de los setenta". La otra corriente que a su juicio está resultando perniciosa es la neobarroca. "Es toda esta escuela derivada de Philippe Starck que ha acabado por producir unos herederos realmente penosos".

La mirada del arquitecto

Fran Silvestre es uno de los nombres emergentes de la nueva arquitectura valenciana. En su formación aparecen creadores como el arquitecto portugués y premio Pritzker Alvaro Siza, con el que ha diseñado el edificio central del Campus de Tarongers, un proyecto que todavía no se ha ejecutado por problemas de financiación. Para el Ayuntamiento de Alfafar está realizando en la actualidad un gran centro cultural formado por un auditorio y centro de arte contemporáneo que ocupará más de 30.000 metros cuadrados.

Cuando el arquitecto Rem Koolhaas proyectó la tienda de la firma de moda Prada de Nueva York, interiorismo y arquitectura sellaron con éxito una alianza, que acababa -de momento- con los territorios en disputa entre ambas disciplinas. "En ocasiones", dice Silvestre, "es difícil, incluso peligroso, dibujar el límite entre Arquitectura y Diseño Interior". Para él lo importante "es el carácter de una obra". Reconoce el buen momento que vive la ciudad con ese gran buque insignia que es la Copa del América. "Actualmente", señala, "Valencia ofrece muchas oportunidades para realizar buenas obras de diseño interior, la preocupación por la calidad y un cuidado detalle de los espacios tanto privados como públicos va en aumento". Una pujanza que a su juicio no se corresponde sin embargo con el numero de obras porque "el porcentaje de proyectos de calidad sigue siendo muy bajo".

Para Silvestre un factor determinante es conseguir romper ciertas actitudes del pasado. "Desde un punto de vista optimista se espera que el tiempo ayude a vencer ciertas inercias dominantes en los promotores de estos espacios y que se llegue a entender la importancia y los beneficios de un buen proyecto". Y concluye: "En general se emplean muchos recursos en construir gran cantidad de obras con ideas y proyectos que no siempre están a la altura de las inversiones que se hacen, con plazos insuficientes de desarrollo y de ejecución que suponen una importante merma de calidad a priori".

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