Vuelta a casa en primera clase
Los 15 británicos liberados por Irán llegaron a Heathrow dos minutos después del mediodía del jueves. Volaron en un avión de British Airways y, por una vez, la tropa tuvo derecho a utilizar asientos de primera clase. Bueno, de business. Salieron del avión embutidos en sus uniformes habituales, sin los flamantes trajes nuevos que les regalaron los iraníes para que pudieran ir decentemente vestidos a saludar al presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, y agradecerle su generosidad.
Nada más desembarcar en Heathrow, los militares volaron en helicóptero a una base de los marines en Barnstaple, Devon, en el suroeste de Inglaterra. Allí les esperaban sus familiares en los que fueron los momentos más emocionantes de la jornada. Luego les esperaba un periodo de descompresión para ayudarles a digerir las tensiones y altibajos de estos días. También tenían que someterse a una serie de entrevistas con sus superiores y relatar con exactitud todo lo ocurrido en las últimas dos semanas.
Pese a la euforia de estos momentos y la tendencia de los británicos a ver un héroe en cualquier persona con uniforme, les esperaban también algunas cuestiones delicadas. Aunque se sabe que han estado sometidos a un chantaje permanente en el que se jugaban no solo la libertad, sino la vida, no todos están de acuerdo con su aparentemente entusiasta colaboración con la propaganda iraní. No tanto por las primeras declaraciones, admitiendo que estaban en territorio iraní al ser detenidos, cuanto por las últimas, al saludar al presidente Ahmadineyad, o sus palabras justo antes de embarcar de vuelta a Londres.
Pero también hay preguntas para sus superiores, que no supieron prevenir la llegada de las patrulleras iraníes ni evitar la detención. Y para el Gobierno, que pareció agrandar, más que solucionar el problema, con su reacción inicial.
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