Cuentas pendientes en Salem
España y EE UU, liderado por Roddick, se enfrentan por primera vez desde la final de 2004
Andy Roddick, el número uno de Estados Unidos, es un hombre con una larga lista de cuentas pendientes. El estadounidensenunca olvida. Y su inventario de agravios lo encabeza España, su rival desde hoy en los cuartos de final de la Copa Davis. Para Roddick, que se ha recuperado a marchas forzadas de una lesión en el glúteo, que está renqueante, dolorido y atacable, como deslizan desde el equipo español, todo empezó con una puerta del estadio de La Cartuja y una silla, en 2004. La puerta le separó del estruendo de la pista sevillana y le condujo al silencio y la paz del vestuario. La silla soportó el peso muerto de un tenista ofendido. El peso de Roddick, que hoy jugará contra Fernando Verdasco después de que Tommy Robredo se enfrente a James Blake (20.00 horas, Teledeporte y La 2). A-Rod acababa de perder la final de la Davis ante España. Y tuvo una revelación, compartida con Patrick McEnroe, el hermanísimo, capitán entonces y ahora de los EE UU: "Ojalá nosotros tuviéramos un público así". Tres años después, su petición ha obtenido respuesta: 14.500 espectadores abarrotarán la grada del Joel Coliseum. El estadounidense ha alimentado el hambre de revancha del público y de su equipo. Le dijeron que volvía a jugar contra España. Y enseguida firmó una amenaza: "A nosotros nos hicieron jugar en un cajón de arena. Que se preparen". A España le espera una pista indoor rapidísima. Cemento recubierto de capas y más capas de pintura latexite para acelerar las bolas. Y el reto de convertir a Fernando Verdasco en un líder. Rafa Nadal no está en Winston-Salem.
"Roddick usa mucho su saque para diseñar su patrón de juego", explica Emilio Sánchez-Vicario, el capitán español. "A partir de ahí, abre el peloteo hacia la derecha. Le gusta poco correr, remar. Y por eso le he puesto a Verdasco. Es uno de los mejores restadores del circuito: no sólo pone la bola en la pista, sino que lo hace con intención. Tiene potencial para jugar bien en este tipo de pista. Y le ha hecho daño a Roddick", concluye. Sánchez-Vicario confía en el misterio de las estadísticas. Los números dicen que Verdasco ha perdido cinco de sus siete enfrentamientos con Roddick. De lo que no hablan es de los tie-breaks, del sufrimiento del estadounidense ante el español. "Claro, soy zurdo y por eso no me pone tantos problemas", concede Verdasco. "Ellos son los favoritos, pero él siempre se me ha dado bien". El resto de su historia, los detalles de la lesión de Roddick, que se entrena en Winston-Salem sin casi moverse, lo ponen las voces del banquillo español mientras practican los tenistas: "¿Juega Roddick? No saben dónde se han metido. Dos bolas corridas y...".
Sánchez-Vicario y sus jugadores llegaron el domingo a la ciudad con la ceja levantada y acordándose de los problemas que tuvo España la última vez que jugó en Estados Unidos. "En 2000 el trato fue muy malo. No teníamos ni duchas. Y ellos, con jacuzzis", recuerda el ex capitán Javier Duarte. Ahora, sólo incomoda la pista. "Es rápida y les favorece a ellos", admite David Ferrer, que se ha quedado sin sitio en los partidos. Por lo demás, no hay queja. Y eso es excepcional.
La Copa Davis es vieja en recuerdos. Tiene más de cien años. Ha visto encerronas de todo tipo. Algunas, comandadas por España. Otras, las que se viven en Suramérica, África o Asia, silenciadas por la distancia. Las menos, como la vivida por Estados Unidos en Budapest, durante la final de 1972, marcadas por las amenazas terroristas de Septiembre Negro. Todas siguen un mismo principio, el mismo que manda estos días en Winston-Salem: aprovechar la ventaja de ser local. "En la Davis esperas que el anfitrión adapte la pista a sus gustos todo lo que pueda. Eso es lo que nos hizo España. Y eso es lo que deben esperar de nosotros", resume McEnroe. La receta es un clásico. Pista mala para los españoles. Público caliente. Y un jugador, Roddick, con los ojos inyectados en sangre.
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