Juerga criminal
Unas preciosas imágenes rodadas con cámaras de súper 8 ilustran la dicha que supone tener hijos. Sonrisas, jardines, barbacoas, piscinas, arena, juegos, cabriolas, arrumacos. La inocencia del que aún no puede ser culpable de nada. Acompañan a los títulos de crédito iniciales de la sorprendente Alpha Dog, quinta película del irregular Nick Cassavetes (hijo de John, mítico director de cine independiente, y de Gena Rowlands), un terrible drama criminal con toques de humor negro basado, por increíble que parezca viendo su desarrollo, en una historia real.
Tras las paradisiacas imágenes de los primeros minutos llega lo inevitable. Los niños crecen. Lástima. Ambientada en el valle de San Fernando, en California, sus protagonistas son jóvenes, blancos, ricos, vagos, drogadictos, juerguistas; unos, mimados; otros, despreciados; todos idiotas. Sus padres son blancos, ricos; unos, trabajadores; otros, vagos; unos, juerguistas; otros, responsables; casi todos idiotas.
ALPHA DOG
Dirección: Nick Cassavetes. Intérpretes: Emile Hirsch, Justin Timberlake, Bruce Willis, Sharon Stone. Género: Drama. EE UU, 2006. Duración: 122 minutos.
En el año 2000, uno de estos jóvenes, traficante de drogas, con la ayuda de unos cuantos amigos, secuestró al hermano quinceañero de uno de sus deudores con el fin de acelerar el pago. Lo que siguió es el hecho real que cuenta con gran poderío Alpha Dog, un cúmulo de despropósitos criminales narrado por Cassavetes a través de una mezcla de formatos que incluye (falsas) entrevistas televisivas con los padres de los protagonistas y rótulos con someras descripciones legales de los múltiples secundarios que van apareciendo por el demencial secuestro: mitad delito, mitad monumental juerga.
Con aire de cine de los setenta, incluidas las particiones de pantalla para narrar dos hechos en paralelo, o el mismo desde diferentes perspectivas, el director de cintas tan distintas como Atrapada entre dos hombres (1997) y El diario de Noa (2004) se toma su tiempo para relatar cada mínimo detalle que pueda abundar en el estado de encefalograma plano de sus criaturas, interpretadas por un nutrido grupo de excelentes jóvenes actores, en el que destacan los inquietantes Ben Foster y Emile Hirsch, y en el que en modo alguno desentona el cantante Justin Timberlake.
Sin necesidad de lanzar discursivas diatribas, Cassavetes reflexiona sobre las dificultades de la educación, sobre el duro camino sin posibilidad de retorno en el que a veces se convierte la paternidad. De modo que sólo los innecesarios maquillajes de envejecimiento (y engorde) de Sharon Stone y Bruce Willis desvían la atención hacia territorios que nada tienen que ver con la esencia de la película. Mientras, entre copa y copa, entre raya y raya, entre baile y baile, entre polvo y polvo, se intuye cómo el drama está a punto de alcanzar las cotas más altas de la estupidez humana.
Babelia
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