Rouco cierra una iglesia 'roja'
El cardenal de Madrid ordena la clausura de una parroquia que trabaja con los marginados por no ajustarse a las reglas eclesiásticas
Existe una parroquia humilde en Vallecas (Madrid) llamada San Carlos Borromeo. En ella, sus tres curas -uno de ellos es el histórico Enrique de Castro, el cura rojo- trabajan con la población marginada; acogen en sus propias casas a ex presidiarios, drogadictos, inmigrantes. No le cierran la puerta a nadie.
Hasta ahí, sin problema, según el arzobispado de Madrid. Pero es que los curas también dan misa vestidos en ropa de calle; admiten ateos y musulmanes; y en la eucaristía, en vez de hostias, reparten rosquillas. Y por eso, por no ajustarse a la doctrina de la Iglesia en cuanto a la liturgia se refiere, el cardenal de Madrid, Antonio Rouco Varela, ha comunicado a los tres sacerdotes que están suspendidos de su cargo y que tienen que cerrar la parroquia.
"Nos han dicho que socialmente estamos muy bien, pero que en cuestiones de liturgia y catequesis, no", explicó ayer el cura Enrique de Castro. "Según ellos, la catequesis que damos no está homologada y la liturgia es un desastre", agregó. El arzobispado les ha transmitido que la parroquia se sale de los cánones de la Iglesia, y precisamente los curas defienden eso: que las liturgias tienen que adecuarse a los nuevos tiempos y a la realidad social. "Hemos cambiado las hostias por rosquillas porque los niños no entendían qué son las hostias normales. Fueron las propias madres las que nos trajeron las rosquillas. Si nos hemos quitado los hábitos es porque la gente nos lo ha pedido...", afirmó De Castro, que quiso dejar claro: "No somos unos locos. Nos dedicamos al mundo de la marginación y esa gente es la que viene a misa porque han sentido que este lugar es su casa".
La parroquia San Carlos Borromeo celebró ayer una multitudinaria comida donde acudieron cientos de personas a apoyar la labor de los curas. Por allí pasó de todo. Desde matrimonios católicos de mediana edad; familias enteras de Vallecas; gente del movimiento okupa; jóvenes de izquierdas; gente de asociaciones de vecinos de todo Madrid; curas de muchas otras parroquias. La gente comió paella; escuchó música; tomaron vino en la terraza; se repartieron abrazos y hubo mucha tertulia. "¡Mucho ánimo!"; "¡Lucha, a seguir en la lucha!"; "¡De aquí no nos vamos a mover!", repetían los congregados una y otra vez a los tres sacerdotes: Enrique de Castro, Pepe Díaz y Javier Baeza. La iglesia también acoge la sede de la Asociación de Madres contra la Droga. "No tenemos que buscar otra sede porque no nos vamos a ir. Aquí está nuestro domicilio fiscal y humano", explicó Carmen Díaz, presidenta de la asociación.
Los más dolidos, los marginados que han encontrado su refugio en esta particular parroquia. Como Mohamed Ben Aissa, un chico marroquí de 18 años. "Hace tres meses mi hermano me echó de casa porque no tiene trabajo ni hace nada en la vida y yo era una molestia. Me quedé en la calle, solo. Vine aquí y desde entonces estoy viviendo en casa de Javier, uno de los curas", contó. A Maite Molina, de 48 años, se le murió su pareja hace dos días. A pesar de la pena, acudió ayer a la parroquia a apoyar a los curas. "Me enganché a las drogas con 21 años. He pasado por la cárcel y siempre, siempre he tenido el apoyo de estos hombres", explicó. "Ya no tomo nada gracias a ellos. Y tengo un trabajo como limpiadora", agregó mientras enseñaba las palmas de sus manos curtidas. José Sanz, de 35 años, habla del cura Enrique de Castro como su "padre adoptivo". "Es que estuve ocho años viviendo con él en su casa. Me acogió después de que yo saliese de la cárcel. Cuando yo no tenía dónde caerme muerto me ayudó", explicó durante la fiesta.
Antes, por la mañana, la parroquia había celebrado una misa multitudinaria. Pero el cura Javier Baeza niega tajantemente que haya sido la misa de despedida. "No es la última, ni tampoco la penúltima misa, ni mucho menos", aseguró tajante Baeza, aunque se muestra prudente a la hora de hablar de futuras movilizaciones o encierros. Los tres curas pertenecen al movimiento teología de la liberación, aunque Baeza prefiere que se les llame "curas de barrio en medio de la gente, me gusta mucho más".
Fue el martes pasado cuando el arzobispado de Madrid comunicó a los curas que les echaban de la parroquia y que se buscasen otro destino. "No nos han dado un día concreto para que nos vayamos. El martes nos llaman a una reunión y el obispo de la diócesis de Madrid, Fidel Herráez, junto a otros dos miembros de la Iglesia y dos de Cáritas, abre una carpeta, y como si fuese un tribunal, me dice: 'Hemos decidido...'; a lo que yo le contesto: 'Fidel, ¡eso es un baculazo!", recordó Baeza, "¡Y encima se indignó! No ha habido diálogo, no nos han dejado explicarnos. Canónicamente lo que han hecho es una perversión", agregó el sacerdote.
En las paredes de la iglesia, los curas han colgado copias de los correos electrónicos que han recibido durante estos días. Y hay uno que les ha gustado especialmente, porque incluye un poema de León Felipe con el que se sienten muy identificados y cuyos versos dicen: "De aquí no se va nadie. Nadie. Mientras esta cabeza del Niño de Vallecas exista, de aquí no se va nadie. Ni el místico ni el suicida".
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