Todo es triángulo
Corría el año 1978 y un edificio moderno estaba a punto de abrir sus puertas en medio del panorama neoclásico de la burguesa arquitectura washingtoniana. El arquitecto Ieoh Ming Pei sabía las ampollas que una construcción vanguardista podía llegar a levantar, así que para la ampliación de la Galería Nacional "encargó el mismo mármol que se empleó en el edificio original, erigido en 1941", relata Earl Powell III, cuarto director de la NGA (Nacional Gallery of Arts, siglas en inglés). "Se trata de un mármol especial de color rosa de Tennessee", prosigue. "El secreto de Pei fue darle al edificio la misma orientación y construir una fachada paralela al edificio original (Oeste) que le hace parecer una versión moderna y renovada del antiguo edificio".
Cuando se inauguró, The Washington Post calificó al nuevo edificio como "una sinfonía arquitectónica de luz y mármol, color, vidrio, pinturas y esculturas". Veinticinco años después, el edificio es un ejemplo de cómo lo clásico y lo moderno pueden enfrentarse en perfecta armonía.
Pei se basó en el triángulo, como haría posteriormente en la controvertida pirámide del Louvre. Explica Powell que todo en la galería es triangular: los bloques de los edificios, las pequeñas esculturas de cristal del jardín, los ventanales del techo... Dos son los triángulos que organizan el edificio: el bloque asignado a exposiciones y el que alberga las oficinas y el personal. Los dos están unidos por un trapezoide. Y un 30% del museo está sepultado bajo tierra.
Nada de cicatriz. Nada de ruptura dolorosa en un entorno solemne de edificios neoclásicos. La ampliación de Pei ayudó "a forjar las actitudes hacia la construcción de museos a lo largo de EE UU a finales de los setenta", finaliza el director de la Galería Nacional, que antes ha hecho un inciso para, divertido, susurrar: "Mitterrand se decidió por Pei cuando vio nuestra ampliación, ¡ni siquiera salió a concurso el proyecto!".
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