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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un toque cervantino

Es muy posible que el interés del hacendado escocés Robert Bontine Cunninghame Graham (Londres 1852-Buenos Aires, 1936) por Suramérica provenga de su sangre española, por vía materna. Fue un personaje singular e hizo muchas cosas, desde ser el primer diputado socialista de la Gran Bretaña hasta reunir ganado en Paraguay, pasando por sus misteriosas búsquedas de oro en España y sus enseñanzas del arte del cercado en México. Además, presentó a Conrad a su editor, fue amigo de Ford Madox Ford y Bernard Shaw, y consiguió una antológica mención en la Autobiografía de Chesterton, algo así como que le correspondía la heroicidad de haber sido él mismo, de tan largo nombre. Y por si eso fuera poco, escribió y muy bien. Trece historias sólo es uno de sus doce libros que recogen narraciones inspiradas en viajes o experiencias, o meros encuentros con personas interesantes. Pero ustedes se preguntarán, ¿qué hay en ese libro de diferente de otros muchos parecidos escritos por viajeros británicos en la última época del Imperio? Alguien tan directo como Shaw nos saca de dudas: "Sus cuentos de aventuras tienen el verdadero toque cervantino del hombre que ha visto lo que cuenta".

TRECE HISTORIAS

Robert Bontine Cunninghame Graham

Traducción de José Flores Espinosa

Espuela de Plata. Sevilla, 2006

210 páginas. 8 euros

Saber contar lo que uno ha

visto para que los demás lo "vean" con los oídos atentos de la literatura es un arte que nuestro hombre dominaba. Un arte raro, propio de mestizos, como ese caballero español de cuerpo y alma escocesa. Dado que su lengua materna fue la española, Cunninghame, como el polaco Conrad, escribe en un inglés preciso y poético, describiéndolo todo con una curiosidad objetiva que no olvida ningún detalle, por superfluo que parezca, y que acaba resonando como un eco en una vasta cueva. La primera y la más larga de estas historias, Cruz alta, trata de caballos. Dos socios se hacen con una guarda de caballos en Paraguay con intención de venderlos en Brasil. Es un negocio arriesgado y sobre todo muy laborioso ese de conducir la manada a través de un territorio interminable. Por supuesto, lo que mueve al protagonista es el brillo del oro y es de esos tipos que, como el propio autor, va a ir a buscarlo "allá donde la vida sea difícil, fácil la muerte, y la experiencia rica". Se trata de un viaje portentoso, abriéndose paso a base de toques de espuelas de plata y golpes de machete por bosques de imágenes y pantanos de palabras. Los paisajes, la fauna y los personajes que salen al encuentro se quedan grabados en el lector como la marca al hierro candente de unos caballos propios.

La "experiencia rica" es pró

diga en fracasos, y por eso Cunninghame proclama el credo literario del siglo venidero (pues él es un hombre forjado en el XIX): "Sólo el fracaso es memorable". Trece historias de fracasados, por tanto, desde el hombre que se enamoró de Cruz Alta hasta el novio Rothemberger, pasando por el pastor calvinista que no cesaba de marearse y la tortuosa suerte de esos apaches huidos (magnífico Una hégira) que no escapan al "inexorable hado que se burla de los hombres haciendo inútiles todos sus esfuerzos al tiempo que los induce a luchar".

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