Rock para mejorar el mundo
Unas jornadas relacionan en Bilbao las corrientes musicales con la coyuntura política, económica y social del mundo
El rock es un vehículo de evasión, un elemento lúdico que procura satisfacción, pero también es una poderosa herramienta contestataria, un altavoz del descontento social. Lo era en los años cincuenta, cuando nació como reacción de los jóvenes estadounidenses contra el modo de vida acomodado de sus progenitores, y lo sigue siendo en el siglo XXI. Basta recordar la movilización de luminarias rockeras como Bruce Springsteen, Green Day y R.E.M. para forzar la derrota electoral de George W. Bush.
Esta vertiente de agitación, la noción de que rock y realidad política, económica y social no son compartimentos estancos, preside unas Jornadas de Economía y rock que arrancaron ayer en la Escuela Universitaria de Estudios Empresariales de Bilbao. Lo hicieron con una ponencia sobre las relaciones internacionales desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad, y durante dos días llenarán de alumnos el Salón de Grados con el aliciente de obtener un crédito de libre elección.
"Cuando no se puede poner el grito en el cielo, se pone en el bafle", apunta un ponente
Asier García, organizador de las jornadas, señala como objetivo hacer más atractivas para el alumnado asignaturas como Economía Internacional, Macroeconomía y Derecho Internacional. Para ello se presentan las corrientes del pop y del rock como respuestas a distintas coyunturas mundiales. "El movimiento punk surge por la crisis del petróleo de 1973. Lo hippy y la psicodelia que impregnan el rock de los 60 surgen como protesta a las guerras, en concreto a la de Vietnam. Y la proliferación a comienzos del siglo XXI de los grupos pop más insulsos y comerciales, en buena medida, se debe a la intención de tranquilizar a las masas ante la situación de pánico tras el 11-S", plantea García.
Ruper Ordorika, por su parte, propone una visión más amplia. "La música popular siempre ha estado relacionada con estos y otros muchos vaivenes, pero esa lectura reduce mucho la cuestión. Por ejemplo, el invento de la guitarra eléctrica tiene mucha más importancia que esas cuestiones. Y en el punk tiene que ver el comienzo del ocaso industrial británico, pero a lo mejor tiene mucho más que ver con una reacción a movimientos anteriores de la música popular, que siempre se quiere reinventar", expone.
Para Asier García, "en España el caso Operación Triunfo podría estar en ese ejemplo de amansar a las fieras", una opinión que comparte Pau Donés, que el miércoles visitó Bilbao promocionando el inminente sexto álbum de Jarabe de Palo. "Cumples 16 años y te quieres comer el mundo, empezar a ser importante para los demás, tener una identidad. Alguien se ha dado cuenta de eso y ha dicho: 'Vamos a hacer creer a los chavalotes que son superalternativos pero, eso sí, nada de que el rock es contestatario. Que en las canciones no haya contenido, no vaya a ser que los chicos empiecen a pensar", explica Donés.
El caso es que para intentar mejorar la situación global el mundo exige compromiso a los artistas. Y algunos recogen el testigo. El mismo Fito clama contra la guerra en Medalla de cartón, tema incluido en el último disco de Fitipaldis. Y aunque él canta que "el mundo no hay dios que lo pueda arreglar", Javier Teixidor, ex Mermelada, considera que insistir en el empeño sí podría dar la vuelta a la tortilla. "Si hubiese muchas canciones que dijesen las cosas de verdad y se pusiesen a escuchar, sí se podría cambiar. Ya se intentó una vez y casi se consiguió. Yo creo en la fuerza del rock para reivindicar cosas. Siempre me gustó aquello escrito en la guitarra de Woody Guthrie: This machine kills fascists (Esta máquina mata fascistas)", rememora el rockero madrileño.
Sus palabras encajan con otra idea troncal de las Jornadas de Economía y Rock, que es la que ensalza la esencia contestataria del rock. "Cuando no se puede poner el grito en el cielo, se pone en el bafle", declara Xabier Renteria, doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, quien se apoya en las tesis de la filosofía perenne, las de los economistas que anteponen el desarrollo humano, interior, al estrictamente productivo y al materialismo.
¿Pero interesa realmente a la juventud esa visión de la economía y la música? Muchos de los asistentes a las Jornadas reconocieron estar más interesados en el crédito ofertado. El mayor entusiasmo afloró ayer cuando se aludió al recurso de las drogas como estímulo de la creatividad. Jim Morrison se citó como ejemplo de esa experimentación. Midnight Oil, de compromiso. Bono como artista influyente. Spice Girls como producto meramente comercial.
Las jornadas llegan hoy a su fin con ponencias de Asier García Lupiola (Una visión general de la historia del rock), Manuel de la Fuente Soler (La presencia del rock en la política internacional) y Roger Bonastre Sirerol (Un ejemplo internacional de compromiso social y político en el rock: Midnight Oil).
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