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EN SEGUNDO PLANO | Juicio por el mayor atentado en España | 11-M

El juez Bermúdez y las piezas vivas del rompecabezas

Antonio Jiménez Barca

Madrid

Declara el inspector de la Unidad Central de Información Exterior (UCIE) de la Policía, Jesús Parrilla, un agente especializado en perseguir el terrorismo islamista. Pide tiempo para reconocer las notas recogidas sobre un confidente, y el presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, ordena un receso en la sala: "Diez minutos de descanso".

El juez, de buen humor, se acerca entonces a los alumnos de primero de bachillerato del colegio Altaris, de Madrid, de 16 y 17 años, que acuden al juicio de visita.

"¿Son tan importantes todos esos informes?", pregunta un adolescente.

El juez le responde: "Todo juicio es como un puzle. Y este juicio es como un puzle gigantesco, enorme. Pero a diferencia de los rompecabezas normales, donde los jugadores tienen una foto de referencia y al coger una pieza saben que corresponde al cielo o a una ventana, aquí nosotros no tenemos ninguna foto de referencia. No sabemos lo que saldrá al final, cuál será la imagen que resultará. Por eso necesitamos todas y cada una de las piezas. Por eso cada informe es importante, porque tal vez lo necesitemos para encajar el resto de las piezas. Después, los miembros del tribunal decidiremos".

A ver, ¿alguna pregunta más?".

La sala de la Casa de Campo donde se celebra el juicio por el mayor atentado terrorista en España está casi vacía: sólo quedan el juez y los alumnos y, detrás, los encarcelados, dentro de la pecera blindada, y los procesados en libertad condicional, en sus sillas, sin levantarse, escoltados por la policía.

Alguien le recuerda entonces a Gómez Bermúdez que debería explicar lo que es un tribunal.

"Es verdad", asiente el juez, "el tribunal lo componemos tres magistrados. Los tres dictaremos sentencia después de deliberar. Las discrepancias en la deliberación las solucionaremos por votación: dos a uno. Por eso, a nosotros tres nos corresponderá encajar cada una de las piezas que vamos encontrando".

"¡Qué didáctico es este hombre!", exclama una profesora.

Mientras Gómez Bermúdez habla, Carmen Toro, en libertad condicional, la ex mujer del minero José Emilio Suárez Trashorras, el hombre acusado de vender los explosivos de la matanza de los trenes de Madrid, charla con su ex marido a través del cristal blindado.

El inspector Jesús Parrilla, antes de pedir tiempo, había mostrado otra pieza del rompecabezas: fue testigo de que esa mujer, días después del atentado, se había sentado en las rodillas de Suárez Trashorras y le había dicho: "Cariño, di lo que tengas que decir, pero déjame a mí al margen".

Ayer, ex marido y ex mujer, de espaldas al juez y a los agentes que les custodian, se hablaban de nuevo, por gestos, a través del cristal blindado, dejando claro que las piezas de este puzle están vivas y no dejan nunca de moverse o de cambiar.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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