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La estrategia antiterrorista
Columna
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Suelten el martillo

Vamos a contrapelo. En Quebec descubren el sistema autonómico español, y en particular su aplicación catalana, como modelo de un nacionalismo no independentista que les evite la tensión de verse forzados a elegir patria cada poco; y van los de Esquerra y plantean celebrar un referéndum sobre la independencia de Cataluña. Y hace dos semanas el sindicato abertzale LAB convocó una manifestación en Pamplona tras la consigna Contra la deslocalización, autodeterminación. No cabe una ocurrencia menos realista: frente a la globalización del siglo XXI que se lleva las fábricas a Polonia, volver a instalar las aduanas en el Ebro: la vuelta al antiguo régimen.

A contracorriente navega Batasuna al negarse a dar el paso que se espera de ella, mientras que Gerry Adams negocia políticas para Irlanda del Norte con el reverendo Paisley, que había dicho que nunca, nunca, nunca; es decir, nunca mientras el IRA no entregase las armas, cosa a la que los republicanos se resistieron pero que acabaron aceptando cuando el Sinn Fein se lo exigió en serio (tras comprobar que sin ello no habría restauración de la autonomía del Ulster).

Una enseñanza del proceso interrumpido en Barajas es que la derrota política del terrorismo sólo se traducirá en abandono efectivo de las armas si su brazo político se lo exige a ETA bajo amenaza de divorcio; es lo que ha faltado ahora, pero puede ocurrir en el futuro. El hecho de que nada más producirse el atentado los jefes de Batasuna pidieran a ETA el restablecimiento del alto el fuego indica que se dieron cuenta de que se les escapaba la oportunidad de recuperar la legalidad y poder participar -ellos, y no los sucedáneos comunistas de las tierras vascas- en las elecciones de las que depende su futuro político y personal. Y lo entendieron porque casi todos los que cuentan (incluyendo políticos nacionalistas y prensa favorable al proceso) dijeron que nunca, nunca, nunca, volverían a creer en treguas, permanentes o no, de ETA.

Para recobrar la legalidad, Batasuna tendría que demostrar que ha cesado la causa de su ilegalización, es decir, su relación de dependencia respecto a ETA. El Tribunal Constitucional ofreció la posibilidad de hacerlo con un trámite sencillo: presentar un partido con nombre nuevo y en cuyos estatutos se condenara expresamente la violencia de ETA. Naturalmente que a otro partido cualquiera (digamos: a Aralar) no se le exigiría esa condena, pero es lógico hacerlo a uno del que se sospecha que pretende seguir siendo el brazo político de una banda armada.

Se ha dicho estos días que es imposible, por razones psicológicas, que Batasuna llegue a condenar abiertamente a ETA. Si así fuera, la alternativa sería que convencieran a los jefes de la banda de que se disuelvan en un nuevo partido de la izquierda abertzale, que tras esa disolución no tendría dificultades para ser legal. Es falso que la Ley de Partidos impida ser candidatos a los actuales dirigentes. Lo que impide es que sean promotores de un nuevo partido las personas condenadas por determinados delitos y no rehabilitadas (lo que ahora afectaría a Otegi); pero podrían presentarse a las elecciones. Mientras que con las agrupaciones electorales blanqueadas o las listas de las tierras vascas no podrían hacerlo.

Si dice Otegi que la independencia por la vía armada sería insostenible, ¿por qué no da el paso de exigir abiertamente a ETA que se retire? Pues por la misma razón que quien tiene un martillo tiende a ver a todo con forma de clavo. Ningún nacionalista radical se plantearía crear ahora (30 años después de la desaparición del franquismo) una organización armada; pero puesto que existe, y conserva poder intimidatorio, se resisten a desprenderse de ese martillo. Es decir, se consideran autorizados a plantear propuestas que sin la amenaza de los pistoleros nadie se tomaría en serio: por ejemplo, que los navarros renuncien a sus instituciones y acepten la fórmula vasco-navarra que ahora defiende Batasuna.

"Les interpelamos a que de una vez por todas realicen la transición democrática", dijo a sus juzgadores, el 31 de enero, la dirigente etarra Belén González Peñalba: que todo vuelva atrás y se admitan sus propuestas; que se reconozca que eran ellos quienes tenían la razón al comienzo de la transición. Ayer, una cafetería de Antequera decidió rebajar el precio de los cafés a 0,80 céntimos para dar la razón retrospectivamente a lo que había dicho Zapatero en televisión; pero la marcha de la historia no siempre puede corregirse tan fácilmente.

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