Coz contra el aguijón
El PP anunció el pasado viernes la adopción de represalias contra el Grupo PRISA como castigo a una intervención coloquial del presidente de la entidad durante la junta general de accionistas: el pretexto es que Jesús de Polanco había ido más allá -según estos nuevos censores de las asambleas de las sociedades mercantiles- "del legítimo posicionamiento editorial y de la crítica ideológica". Esas declaraciones expresaban la preocupación personal de Jesús de Polanco por la peligrosa deriva de algunos dirigentes del principal partido de la oposición -para quienes parece valer "absolutamente todo a fin de recuperar el poder"- y su deseo de que la alternancia democrática cuente en España con un partido de derechas, moderno y laico.
La constatación de que en la España actual "hay quien desea la guerra civil" no significa acusar de semejante comezón a la gran mayoría de los afiliados, simpatizantes y votantes del PP. Sin embargo, tampoco faltan líderes populares que contribuyen a caldear la crispación política al hacer suyas la constelación de calumnias, falsedades y mentiras cultivadora de un clima cainita de odio guerrracivilista. Destacados dirigentes del PP han dado credibilidad o asumido como propia la ridícula y a la vez envenenadora teoría de la conspiración sobre el 11-M, propalada por la Radio de los Obispos (una versión pueril y por ahora incruenta de la Radio de las Mil Colinas ruandesa) y El Mundo (el órgano por antonomasia del amarillismo político), que insinúan oscuras complicidades o encubrimientos de los socialistas en el atentado de Atocha, atribuyen a ETA su autoría e interpretan el llamado proceso de paz como el pago de Zapatero a la banda terrorista por haberle ayudado a llegar al Gobierno gracias a la horrible matanza.
El comunicado del PP anuncia medidas contra el Grupo PRISA hasta tanto Jesús de Polanco -vestido con el sambenito inquisitorial- "no rectifique pública e inequívocamente sus lamentables declaraciones". Las instrucciones a los militantes -"dejar de atender las invitaciones a participar en entrevistas, tertulias y programas del Grupo PRISA"- se vuelven paradójicamente contra los cargos públicos y candidatos del PP, privados de vender sus ideas a millones de lectores, radioescuchas y espectadores. Pero la medida es algo más que la coz estúpida dada por una mula terca contra el aguijón. También constituye un ataque en toda regla a la libertad de prensa, el término decimonónico que sintetiza el ejercicio de la libertad de expresión y las garantías a la libertad de empresa que posibilita su llegada al gran público. El comunicado del PP "a todos los ciudadanos" se dirige "de manera especial a los accionistas, anunciantes y clientes" del grupo: el objetivo realmente perseguido es el boicot económico del PP a una empresa privada de comunicación desobediente a sus consignas. Los llamamientos a los accionistas, que mantienen el valor de la sociedad en bolsa, a los anunciantes, que suministran los ingresos publicitarios, y a los clientes, que compran los periódicos, escuchan la radio o se abonan a la televisión, son una presión económica para lograr que los medios del Grupo PRISA modifiquen su línea editorial, limpien sus plantillas y sirvan de terminal informativo al PP.
Chantajeado por esa amenaza a la economía de la empresa, Jesús de Polanco es invitado a cambiar su forma personal de pensar y de opinar sobre la realidad española; los fanáticos administradores de la infabilidad que se proclaman jueces de la certidumbre descritos por John Stuart Mill en Sobre la libertad dictan al reo el contenido de su confesión pública. Al igual que aquel responsable comunista encargado de hacerles la autocrítica a los heterodoxos, Rajoy trata de enseñar a Jesús de Polanco la senda de las virtud política. Pero el PP parece ignorar que en la democracia el proceso es inverso: la libertad de prensa constituye un contrapoder también para los partidos. Los populares, que esperan recuperar en 2008 el Gobierno central que ejercieron durante ocho años, continúan ocupando dentro del Estado zonas de poder tan golosas como la presidencia de siete comunidades autónomas y la alcaldía de miles de municipios. Sin contar con el abundante dinero público que recibe el PP de los Presupuestos -como partido con representación parlamentaria- para sus gastos generales y para la generosa financiación de sus campañas electorales.
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