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Crónica:EN SEGUNDO PLANO | Juicio por el mayor atentado en España | 11-M
Crónica
Texto informativo con interpretación

La voz en español de los encarcelados

Antonio Jiménez Barca

El equipo de 24 intérpretes que coordina el hombre de la foto comenzó a formarse en julio. Entonces, la Oficina de Interpretación de Lenguas (OIL) del Ministerio de Asuntos Exteriores encomendó a su intérprete traductor de árabe, Abderrahim Abkari, ciudadano español de origen marroquí, que reuniese a los profesionales necesarios para que los encausados por el atentado del 11 de marzo que no hablaran español tuviesen voz y oídos.

Abkari, que además de Árabe clásico o fusha, habla y entiende cuatro variantes dialectales del árabe, más francés, inglés y español, se puso en marcha. El resultado lo oyen cada día a través de cascos los ocho procesados que no hablan castellano. Y toda la sala cuando son ellos mismos los que declaran.

No sólo eso. 18 de los intérpretes son denominados de enlace: sirven para que se entiendan los abogados defensores con estos defendidos que no hablan español cuando los visitan en los calabozos del edificio a la hora de comer.

O los días de fiesta: el abogado Endika Zulueta, visitó a su defendido, Rabei Osman, El Egipcio, acusado de ser uno de los cerebros del grupo, un fin de semana en la cárcel.

Hubo fallos: el primer día del juicio, en el que declaraba, precisamente, El Egipcio, los intérpretes que operaban en ese momento en la cabina, entre ellos Abkari, se oían a sí mismos a través del micrófono del declarante, con lo que les era imposible llevar a cabo una traducción simultánea.

El segundo día problemático para el equipo de Abkari fue el 12 de marzo: testificaba el cuñado y la segunda esposa de Mouhannad Almallah, acusado de pertenecer a la organización terrorista. Ni el cuñado, ni la esposa, ambos muertos de miedo, pudieron declarar en su lengua materna, sino en un español rudimentario y medroso. No había en la sala nadie que entendiera y que pudiera traducir la lengua bereber que hablan.

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"Nadie nos avisó de que iban a intervenir testigos de lengua bereber ese día", explica Abkari sonriendo. Desde entonces, hay siempre un intérprete de bereber en el edificio.

Ser traductor de árabe no es sencillo. Para empezar, el árabe clásico o fusha, la lingua franca del mundo árabe, no se habla en la calle. Se emplea en la literatura, en la televisión y en las escuelas y universidades. Sólo la gente culta o con educación es capaz de manejarse en ella. En el mundo árabe, en cambio, se hablan varios dialectos derivados del fusha y varias lenguas, como el bereber, que no tienen nada que ver con ella.

Valga un ejemplo: 11 de marzo se dice Ihdaashar mares en una parte del mundo árabe y Ihdaashar adar en otra parte. "Toda esta variedad la tuvimos en cuenta al formar el equipo", dice Abkari, que añade: "Ajustamos los perfiles lingüísticos de cada procesado, teniendo en cuenta el dialecto que hablan, antes de que empezara el juicio".

Desde aquel día del cuñado y la esposa nada ha vuelto a fallar. "Eso es lo malo: que traducimos 500 minutos bien al día, pero nadie se da cuenta", comenta el coordinador del equipo que explica que lo peor "es cuando se leen folios del sumario, con muchos números y referencias, y sobre todo muy deprisa".

Una curiosidad: uno de los pocos que habla árabe culto de los procesados es Rabei Osman, el considerado líder del grupo e inductor. El que sigue el juicio sin moverse, sin sonreír, siempre con cascos.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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