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Columna
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Segunda División

Las matemáticas dejan margen aún para la esperanza. Eso dicen los que saben de fútbol. La Real Sociedad ganó el domingo pasado y todavía puede salvarse del descenso. Escribo estas líneas antes de que se celebren los partidos del fin de semana, antes, por lo tanto, de saber lo que sucederá. Pero, pase lo que pase, es evidente que los equipos vascos van mal y que van a necesitar mucha energía, mucho de todo, para librarse de la Segunda División.

Descuiden, no voy a hablar de fútbol, no sabría, pero hace unos días leí un artículo de Eduardo Rodrigálvarez, titulado "El fútbol vasco se desploma", que me dejó pensando en el asunto. En él se analizaban las razones por las cuales nuestros equipos se ven hoy obligados a luchar no para triunfar, sino simplemente para no bajar de categoría. Rodrigálvarez mencionaba, entre otras causas, el parón demográfico y el envejecimiento de nuestra población: sólo un 18% de los vascos es menor de 20 años. En fin que tenemos, de momento, pocos niños para alimentar correctamente canteras y equipos.

Tenemos pocos niños y, de una manera general, tampoco están en muy buena forma

Son pocos los niños y se podría añadir que, de una manera general, tampoco están en muy buena forma, ni labrándose un currículo de deportistas de elite. Lo digo por pura constatación estadística y visual. Esta misma semana se ha publicado que el 12,2% de los jóvenes vascos entre 4 y 18 años es obeso, que cerca del 30% considera que pesa más de lo normal y que más del 40% no está contento con su peso. Más bien gordos, pues, nuestros chavales, y además con hábitos de vida y consumo que no parecen los más compatibles con una práctica deportiva intensa y con futuro. Los datos hablan de demasiadas horas delante de las pantallas; de sedentarismo, dieta desequilibrada y un despertar temprano al alcohol y otras sustancias no precisamente aeróbicas. Yo, la verdad, es que los fines de semana veo por la calle a muchos más jóvenes con bolsas de plástico llenas de botellones que con bolsas de deporte. A muchos más jóvenes quietos y/o de sentada que caminando a buen ritmo o haciendo footing (adultos, en cambio, veo cantidad).

Ya que el fútbol concentra y moviliza tantas energías, el que la Real y Athletic estén en zona de peligro podría verse como una estupenda oportunidad para socio-centrarse en las zonas donde peligra nuestra juventud y/o donde parece prepararse para el descenso a una Segunda División cívica, porque es muy posible que, por las razones apuntadas, nuestros chavales no vayan por el mejor camino para convertirse en deportistas y/o futbolistas de nivel, pero está claro que sí se están preparando para ser espectadores/consumidores deportivos de primer orden. Y es claro también que los deportistas en general y los futbolistas en particular ejercen sobre ellos una influencia determinante, un poder que moldea sus gustos, sus comportamientos, sus aspiraciones.

Y ahí quería yo llegar. Creo que merece la pena, aprovechando la inquietud por el estado del fútbol vasco, preguntarse también inquietamente qué modelos les pasa el deporte -considerado en teoría, representación y práctica-, qué valores les transmite hoy el deporte a nuestros niños y adolescentes. Cualquiera se pone enseguida en lo más serio, pero, por detenerme sólo en lo más visible y constante, diré, por ejemplo, que observo con horror cómo admirados deportistas de elite exhiben en ETB, en ese programa de conquistadores (sic), un vocabulario que es de todo menos de División de Honor. Y con repugnancia cómo muchos deportistas no sólo se secan el sudor en cualquier parte, sino que escupen a diestro y siniestro, y evacuan el contenido de sus fosas nasales mediante el repulsivo procedimiento de taparse una y espirar violentamente por la otra -¿es tan difícil hacerle un bolsillo al uniforme para un pañuelo?-

No le veo la deportividad ni la élite a tanto taco, lapo o moco. Lo que sí veo es que ese pésimo ejemplo, ese descenso cívico se (re)transmite y se (re)transmite sin parar.

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