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Tribuna
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El juego de los errores

Jesús Mota

El Partido Popular (PP) se ha instalado cómodamente más allá del raciocinio y la pedagogía. Los Zaplana, Acebes, Martínez Pujalte o Aznar difunden a diario improperios, desatinos y simplezas catastróficas; el que más soban en el ámbito económico es el insoportable intervencionismo del Gobierno en las operaciones de compra de Endesa. La respuesta adecuada al tremendismo impostado de los Rajoy o Pujalte sobre Endesa consiste en exponer, con ánimo didáctico y nada injurioso, que todas las operaciones económicas en las que están involucradas grandes empresas nacionales son, por definición, políticas, puesto que, siguiendo la definición de Max Weber, implican cambios o ratificaciones del poder; que las decisiones del Gobierno de Rodríguez Zapatero respecto a E.ON y Endesa han sido políticas, como fueron políticas las razones por las cuales el vicepresidente económico de Aznar, Rodrigo Rato, prohibió la compra de Iberdrola por Gas Natural; y que, puestos a definir intervencionismo, se recuerde el modo imperativo de dirigir las empresas privatizadas desde despachos públicos que con tanta desenvoltura practicaron los mencionados Aznar y Rato.

El Gobierno no tiene un ministro capaz de tomar la iniciativa política y exponer los intereses del país en el conflicto de Endesa

La anterior no obsta para que la gestión del caso Endesa desde el equipo del Gobierno merezca el calificativo de infame; no por malintencionada, sino por desgalichada o chapucera, impropia de políticos profesionales. He aquí alguno de los notorios errores cometidos en dislocada simbiosis por los responsables del Gobierno -Rodríguez Zapatero, Pedro Solbes, José Montilla y el director de la oficina económica del presidente, Miguel Sebastián- y Gas Natural (GN) y que contribuyen a explicar tanto el fracaso del Gobierno en imponer la opción de GN como la confusa situación presente.

- GN ofreció un precio demasiado bajo por Endesa. Cierto que cualquier cálculo objetivo de las expectativas de beneficio de Endesa apenas arrojan un valor de 29 o 30 euros; la incompetente gestión de su equipo directivo no daba para más. Pero cuando se compra una empresa para ejecutar un proyecto, la oferta debe reflejar la importancia de ese proyecto.

- Los responsables políticos del Gobierno y de la oposición fueron informados tarde y mal. El presidente y Montilla estaban enterados del proyecto de GN. Pero semanas después de presentada la OPA, los directivos de la empresa opante ni siquiera habían considerado la posibilidad de informar personalmente a Pedro Solbes. Supusieron que todas las fuerzas políticas del entorno del Gobierno se alinearían automáticamente con el jefe. Grave error.

- El poder de Endesa y el PP en las salas de justicia fue ignorado, si no infravalorado. Cualquier asunto público legal que se politiza en España se desliza inevitablemente a favor del PP. Puede comprobarse tal principio observando el irritante desparpajo con que los tribunales impusieron y levantaron medidas cautelares a petición de Endesa.

- No se contó con la hipótesis de que una empresa extranjera compitiera con GN por Endesa. Este riesgo era tanto más elevado cuanto que el primer partido de la oposición atacó la OPA catalana y abrió una brecha política en la posición oficial. Ninguna empresa europea se hubiera atrevido a realizar una incursión sobre Endesa y enfrentarse al Gobierno sin contar con la quinta columna de una hostilidad política a GN.

- La reacción a la oferta de E.ON fue muy torpe: el presidente del Gobierno debió evitar cualquier enfrentamiento público directo con Ángela Merkel. Aquí comenzó otra larga ristra de errores. Por ejemplo, los absurdos bandazos de presidente el Gobierno sobre la negociación directa con E.ON.

El enrevesado comportamiento de la Comisión Nacional del Mercado de Valores ha contribuido a enturbiar el caso. ¿Por qué se prohibió a GN que, una vez retirada de la operación, comprara acciones de Endesa en el mercado?

Los desperfectos podrían haberse reparado si el Gobierno hubiera dispuesto de un ministro capaz de tomar la iniciativa política y exponer claramente los intereses del país en este conflicto. Ni fue ni es el caso. Solbes se autorretiró pronto. En Industria, ni Montilla ni Clos saben o pueden manejar este enredo; Buster Keaton fue sustituido por Jacques Tati sin que se hayan conseguido ventajas apreciables. Donde uno se equivocaba de herramientas arrojando la CNE contra E.ON, el otro se tropieza con los muebles revelando a tontas y a locas la llegada de Enel. ¿Puede extrañarse alguien del fracaso?

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