Cadena de favores
Un joven parapléjico dona a otro lesionado parte de la ayuda que recaudaron en su pueblo
Manuel Carreño frena la silla de ruedas frente a su casa de Carmona (Sevilla) y sienta a su nieta sobre su regazo. "Tenía que haber ido yo a verle", dice impaciente. Espera la llegada de Pedro Roldán, un chaval de 19 años que, como él, sufre paraplejia.
La historia de Pedro y su familia es de esas que dejan huella. Hace tres años, un coche le arrolló destrozándole la columna vertebral. Pasó nueve meses ingresado y la esperanza llegó con remite lisboeta. Un hospital portugués, el Egas Mouis, ofrece una operación que podría aliviar su condición. Allí intentarán mejorar su lesionada médula espinal con células de su propia mucosidad. Una intervención difícil y cara.
Su pueblo, la localidad sevillana Marinaleda del Alcor, se volcó en ayudarle. La banda donde tocaba la corneta organizó conciertos; el Ayuntamiento cedió la caseta municipal de la Feria; hubo rifas y partidos de fútbol. Así, hasta reunir 52.800 euros para ayudarle a costear el tratamiento.
Hace poco, Pedro recibió una generosa indemnización que daba por perdida y junto a su familia, no lo dudó. Acordaron emplear el dinero del pueblo en ayudar a otros. Dieron 30.000 euros a Manuel Carreño, que había sufrido un accidente laboral hace un año. El resto del dinero lo han donado a Cáritas "para que ayuden a quien pueda necesitarlo", dice la madre de Pedro, Manoli.
¿Fue una decisión difícil? "¿Por qué iba a serlo? Manuel lo necesita para adaptar su casa a la silla de ruedas y nosotros, con la indemnización, tenemos suficiente para la operación; no necesitamos más", añade Manoli.
Las dos familias se conocieron ayer por primera vez. Pedro llegó conduciendo su propio coche, acompañado de sus padres y sus dos hermanas. Todos se emocionaron con el esperado encuentro. Manuel y Pedro hablaron de sus "carros" -como llaman a la silla de ruedas- y compartieron anécdotas. Manuel les guió por su casa en obras. Hay que poner el suelo al mismo nivel, ensanchar puertas y adaptar la cocina y el baño a su movilidad. Una casa a prueba de "carros".
Pero una cosa es ser altruista y otra, ver lo que realmente se ha hecho y conseguido. Las hermanas de Pedro atendían a las explicaciones en silencio. Cuando decidieron ayudar a otros con el dinero que les había dado su pueblo no imaginaban tanto. "Pensábamos que sólo necesitaría quitar un escalón y ensanchar un par de puertas", explica Rocío al ver la estancia. En la casa, aunque llena de cascotes, aún se aprecian los diferentes niveles del suelo, los escalones que comunicaban cada habitación, todos los recovecos por los que no es fácil pasar sin problemas sobre cuatro ruedas.
Manuel continúa mostrando los cambios. "En tres meses estaré corriendo por aquí", dice mientras maniobra diestramente sobre los escombros. Comparte con Pedro el optimismo y las ganas de vivir. Hablan de sus accidentes con naturalidad, aunque Pedro asegura que también tiene bajones, "uno o dos días cada tres meses", explica con picardía. Es más fácil creer a su madre cuando recuerda que tuvo a todo el hospital revolucionado el tiempo que pasó allí. Ahora, Pedro nunca olvida emplear su soltura para lanzar un mensaje: "Todos a dar caña con las células madre, ¿eh?".
Manuel dice que no tiene palabras para explicar el gesto de Pedro. "Solidaridad, compañerismo... Lo que tengo claro es que yo voy a hacer lo mismo", asegura Manuel, "cuando me indemnicen, destinaré una parte del dinero a ayudar a otro que lo necesite".
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