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La transexualidad, De Juana y el zumo de frutas

Eduardo Madina

El primer día del mes de marzo del año 2006 será, para muchos ciudadanos en nuestro país, un día de dulce y obligado recuerdo. Un día que difícilmente podrán olvidar, porque a varios miles de personas la aprobación de una ley les cambió la vida para siempre. Los ciudadanos y ciudadanas transexuales de nuestro país encontraron en la mañana del jueves día 1 de marzo el último paso legislativo, la aprobación final de la ley conocida como de identidad de género y, con un aplauso, para todos ellos empezó una vida nueva.

En el Congreso de los Diputados y en las cercanías de las sedes de las organizaciones políticas, los periodistas y los políticos preguntaban y respondían sobre un tal Iñaki De Juana, pero una mirada un poco atenta de la realidad de ese día, indica que más allá de lo aparente, lo único que modificó condiciones de vida y que influyó directamente en el desarrollo vital de miles de ciudadanos de este país fue la aprobación de esta ley.

Una vez más, nuestro país se convierte en un espejo en el que a partir de ahora se mirarán otros países del mundo
La ley se aprueba para hacer más fácil la vida de quienes nacieron con una identidad de género y viven con otra

El nuevo código legislativo parte de la discriminación sufrida durante muchos años por parte de los ciudadanos transexuales y se aprueba para hacer más fácil la vida de quienes nacieron con una identidad de género y viven con otra. Se inspira en las principales reivindicaciones del colectivo de personas transexuales y garantiza el libre desarrollo de la personalidad y la dignidad de estas personas al permitirles adecuar su identidad de género a la que viven en la actualidad.

Para todo ello regula, en primer lugar, los requisitos necesarios para modificar en el Registro Civil la inscripción relativa al sexo de una persona cuando éste no se corresponda con su verdadera identidad de género y contempla, a su vez, el cambio de nombre propio para que no resulte discordante con el sexo reclamado.

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La condición que la ley demanda, de acuerdo con los principios de seguridad jurídica, se centra en dos supuestos. El primero, que la persona solicitante acredite que le ha sido diagnosticada médicamente una disforia de género. El segundo, que la persona haya sido tratada durante al menos dos años para acomodar sus características físicas a las que se corresponden con el sexo reclamado, sin ser necesaria la cirugía de reasignación sexual porque, en muchos casos, ésta no es posible y además, según los propios transexuales, suele ser dolorosa y poco satisfactoria en apariencia y sensibilidad de los órganos sexuales.

La aportación más avanzada de la ley consiste en que deja de ser necesario reasignarse órganos sexuales o una sentencia judicial para ser registrado ante la Administración pública sobre el género con el que uno vive. Y esto crea un marco regulador que es único en todo el mundo. Una vez más, en un ámbito más, nuestro país se convierte en un espejo en el que a partir de ahora se mirarán otros países del mundo inmersos en ciclos legislativos progresistas.

Una vez acreditado el cambio de identidad, la rectificación registral se lleva a cabo de acuerdo con la ley del Registro Civil en plenas condiciones de normalidad. Y así, ante la Administración, uno de los colectivos que más discriminaciones e incomprensiones han sufrido alcanza un justo principio de reconocimiento democrático. Y con él, los derechos de ciudadanía dan un paso más y alcanzan así una nueva frontera en nuestro país. Sería como para estar de enhorabuena.

La votación en el Congreso de los Diputados transcurrió por donde suele transcurrir en ocasiones como ésta. En la mayoría de las reformas legislativas que se han tramitado en esta legislatura y que se centraban en extensión de derechos de ciudadanía, los grupos políticos se han comportado de manera muy similar. En este caso, no hubo sorpresa. Todos a favor, con tres abstenciones de diputados de Unió Democrática de Catalunya y el Partido Popular votando en contra.

Una pena que la derecha de España no sea capaz de comprender, tampoco en este caso, la importancia que este tipo de reformas tienen para las personas directamente afectadas y para sus círculos más cercanos. Todo en su sitio, nada sorprende excepto en una cosa; la derecha de España votaba con cara de prisa.

Fue votar en contra de los derechos de los transexuales a decidir su identidad de género y salir corriendo al Paseo de la Castellana, en Madrid, para protestar contra el derecho del Gobierno a decidir su política penitenciaria. ¡Y todo en un día!

A la derecha de España se le acumulaba el trabajo, contra los transexuales y contra el Gobierno en el día más triste de toda la democracia española después del 23-F, siempre según Esperanza Aguirre. El cielo de Madrid anunciaba manifestación y al de unas horas, sucedió lo previsto. Varios cientos de personas se manifestaron en las cercanías del Ministerio de Interior. A escasos metros de una bandera adornada con un águila negra se pudo ver gritando contra Zapatero a Doña Ana Botella, peras y manzanas. Y ante esa bella imagen de un nuevo éxtasis manifestante, una inevitable duda. Si con aquella ley, aquellas frutas, con esta otra... ¿De qué le saldrá el zumo a Doña Ana?

Eduardo Madina es diputado por Vizcaya del PSE-EE (PSOE).

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