La policía blinda el centro de Copenhague para frenar la revuelta antisistema
La calma regresa a las calles tras la detención de más de un centenar de radicales extranjeros
Barreras de hormigón y furgones policiales cerraban anoche el paso a los coches en Norrebro, el barrio de Copenhague en el que el jueves estalló una revuelta antisistema que se ha saldado con la detención de 647 personas, más de un centenar de ellas extranjeras. "Hoy está todo más calmado, veremos qué pasa mañana y pasado, cuando empiece la demolición de Ungdomshuset", dice uno de las decenas de policías que custodian el edificio de la discordia, un centro cultural alternativo que el Ayuntamiento ha vendido a un grupo cristiano fundamentalista.
"No pararemos las protestas hasta que abran el centro", asegura Dipte, portavoz del movimiento antisistema que mantiene en jaque al país desde hace cuatro días. Un millar de personas, según la policía, marchó ayer en bicicleta en Copenhague, sin incidentes, para apoyar a los jóvenes.
Las calles están precintadas y no se permite el paso. Los helicópteros se han quedado hoy descansando en el hangar, pero la policía se prepara para renovadas batallas campales como las de los últimos días. "Nos estamos preparando para la demolición", explica un policía. A sus pies, una ofrenda floral hace las veces de tumba en la que los jóvenes de Copenhague entierran simbólicamente el único centro alternativo de la ciudad, que desde 1982 ha albergado conciertos, comedores populares y todo tipo de actividades.
La policía confía en que la detención de más de un centenar de extranjeros, la mayoría alemanes y suecos, calme las protestas. "Vinieron a crear problemas", dice el agente. La policía ha reforzado el control de las fronteras y de la estación de trenes de Copenhague para interceptar a los que acuden a la llamada de la revuelta.
Pero además de jóvenes, los activistas aseguran que permanecen detenidos varios menores de edad, lo que les ha brindado a los manifestantes no pocos apoyos de la siempre tolerante población danesa. "Al menos dos chicos de 15 años permanecen en prisión", indica Dipte, portavoz de Ungdomshuset, la Casa de la Juventud. Pero los destrozos de los últimos días hacen que amplios sectores de la sociedad empiecen a cuestionar su apoyo a los jóvenes, que han visto cómo el Ayuntamiento les ha arrebatado un centro que no ha sido fuente de conflictos en el pasado.
Centenares de metros más allá del edificio, el escaparate de una tienda de muebles ha quedado hecho añicos. Justo al lado de la esquina en la que ardió un coche la pasada noche. Y a una manzana se encuentra Christiania, la megacomuna hippy nacida a finales de los sesenta y que el Gobierno conservador de Anders Fogh Rasmussen se ha propuesto tirar abajo.
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