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Reportaje:

La realidad y la ficción

La vista sobre el 11-M muestra a los asistentes que un juicio tiene poco que ver con la imagen que difunden algunas series de televisión

La ficción es una invención, una simulación de la realidad que tiende a exagerar sus rasgos para presentarla más bonita o más atroz, pero casi siempre para mostrarla más verosímil y atractiva. Pero no es real.

En EE UU están más acostumbrados a las retransmisiones de juicios -recuérdese por ejemplo el caso de O. J. Simpson- pero en España es una novedad y mucha gente ha seguido durante, al menos un rato, alguna de las sesiones del macrojuicio por los atentados del 11-M. Por eso, amigos, colegas y familiares me han comentado que lo que más les llama la atención de la vista es lo mal que preguntan los fiscales y los abogados a los procesados y cómo no consiguen hacer que éstos confiesen.

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Efectivamente, Perry Mason, los abogados de La ley de los Ángeles, Ally McBeal o recientemente la fiscal Chase son brillantes, imaginativos y sin ser especialmente agresivos consiguen que los contrarios se derrumben o caigan en contradicciones insalvables que suponen su inmediata condena. Es el resultado de un buen guión y del sentido del espectáculo de los creadores, ya que para que la serie se venda tiene que ser espectacular y verosímil.

En la realidad, ni los fiscales ni los abogados son tan maravillosos e incisivos, ni los procesados (muchos de ellos con amplio historial delictivo y por tanto con notable experiencia anterior) se arrepienten y confiesan así como así.

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Lo mismo ocurre con las pruebas periciales y las series de ficción científico forenses, como CSI o Bones. Los adelantos técnicos han permitido situar el teléfono móvil de una persona en un determinado lugar, o sus huellas y su ADN en objetos encontrados en escenarios incriminatorios, algo impensable hace pocos años. Sin embargo, esas pruebas, con ser muy buenas, no dan resultados redondos, entre otras cosas porque la recogida de muestras depende de personas y las personas se equivocan o no lo ven todo. Y así, por ejemplo, en la finca de Morata de Tajuña se hallaron huellas de personas que estuvieron allí, de las que no se ha encontrado su ADN y también, perfiles genéticos -incluso de personas conocidas como los suicidas- de los que no se han podido encontrar sus huellas. Ni siempre se deja rastro, ni el rastro que se deja es siempre analizable.

Para no hablar de los explosivos. ¿A alguien se le ocurre que al investigador jefe de CSI Las Vegas, Gil Grissom, no le hubieran cuadrado hasta el más mínimo porcentaje los análisis de la Goma 2 no explosionada encontrada en los escenarios del 11-M?

En la realidad, aparecen contaminaciones, que además no se suelen repartir de forma uniforme por todas las muestras, porque precisamente por eso son contaminaciones que no forman parte de la composición de los explosivos. Independientemente de que se puedan explicar, como por ejemplo con el desmadre general de la mina Conchita, donde los explosivos estaban tirados por el suelo, mezclados y sin vigilancia alguna.

Aparte de eso, en la realidad las personas cometen errores y tienen miedo. Sólo así se explica que en la mañana del 11-M no se consiguieran desactivar dos de las mochilas bomba encontradas en los trenes de Atocha y El Pozo. Los Tedax se estaban jugando la vida y hay que ser muy templado para que, rodeados de muertos y heridos de explosiones anteriores, decidieran ponerse a cortar cables. Por eso y porque pensaban que podía tratarse de un explosivo militar, decidieron darle un manguerazo con agua a presión a la primera mochila, que hizo explosión por el cortocircuito provocado por el agua.

Es más imperdonable que tras comprobar que el manguerazo había resultado un fiasco en la desactivación del primer artefacto, decidieran aplicar el mismo procedimiento a la segunda bomba. Finalmente, en la tranquilidad de la noche y sin muertos en las inmediaciones, los artificieros desactivaron la bolsa bomba hallada en la comisaría de Vallecas en el Parque Azorín. No obstante, siempre sale un supuesto experto para desmentir lo evidente. Y como decía Peter Ustinov, "la última voz audible antes de la explosión del fin del mundo será la de un experto que dirá que es técnicamente imposible".

La realidad suele superar siempre a la ficción, pero muy pocas veces es tan bonita.

Varios de los procesados por el 11-M, en la sala blindada en la que siguen el juicio.
Varios de los procesados por el 11-M, en la sala blindada en la que siguen el juicio.EFE (POOL)

El turno de los testigos

La Sección Segunda de lo Penal de la Audiencia Nacional reanudará hoy las sesiones del juicio por los atentados del 11-M con la declaración testifical del inspector jefe de las diligencias de investigación, quien ya contestó el pasado jueves a las preguntas que le realizó la fiscal Olga Sánchez. Entre los primeros 30 testigos citados se encuentran otros responsables de la investigación de la matanza, analistas de textos amenazantes de Al Qaeda y testigos protegidos que situaron en los trenes a tres de los procesados, para quienes se solicitan 38.654 años de cárcel como responsables de la colocación de las bombas.

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