Un Barreiros
Hugh Thomas aborda la biografía del empresario del motor
Hugh Thomas, el historiador de la guerra civil española, ha hecho ahora un Barreiros. Ha escrito sobre Cuba, sobre México, sobre el Imperio Español, sobre la conquista de México, y de pronto posó sus ojos de historiador sobre un solo hombre, un empresario, "un mecánico", el personaje que en los años sesenta de España le dio nombre a una industria automovilística que se convirtió también en el símbolo de una época.
Eduardo Barreiros. Nació en Ourense en 1919 y murió a los 72 años en Cuba, donde había refugiado su decisión de no rendirse a la evidencia de que en España ya no era el empresario que quiso ser. De Franco a Fidel.
Con Franco, aunque se le identifique con él porque fue un empresario próspero en su régimen, mantuvo distancias; su historiador (cuyo libro se presenta mañana, y se titula Barreiros. El motor de España, publicado por Planeta) aprendió, hurgando en la vida de su biografiado, que "el régimen sospechaba de él".
Sus coches, como dice su hija, Mari Luz, "se identifican con la creación de una clase media española"
Dio nombre a una industria automovilística y se convirtió en símbolo de una época
En los cincuenta, los ministros sospechaban de aquellos que emprendían negocios independientes
Durante los años cincuenta, dice Hugh Thomas, "los ministros que llevaron los asuntos de Industria sospechaban de aquellos que emprendían negocios independientes. No es que fueran comunistas ni socialistas, sino que creían que el Estado es el que debería producir". Fue, según el historiador, "una actitud militar, no socialista". Por eso a Barreiros le fue "muy difícil conseguir permiso para cualquier cosa".
Barreiros, por ejemplo, quería construir camiones; pues Franco le detenía durante años la licencia; quería construir autobuses, y ni siquiera sus amigos del régimen conseguían acelerarle los trámites. "Para Barreiros, ése fue un drama. Porque él era un hombre de la situación", dice Thomas. "Barreiros luchó a favor de los carlistas y de los nacionalistas durante la Guerra Civil, pero el régimen militar sindicalista, como a mí me gusta llamarlo, no le apoyaba porque no les hacía ninguna gracia lo del libre comercio".
Los avatares de Barreiros, sin embargo, constituyeron una historia de éxito; sus automóviles, como dice su hija, Mari Luz, que desde hace años impulsa, desde la Fundación Barreiros, un mayor conocimiento de la obra de su padre, "se identifican con la creación de una clase media española"; esa clase media fue motorizada por Barreiros, y ahora se sigue identificando su marca y su nombre "con la creación de una nueva manera de la industria del motor, que casi nace con él". Barreiros fue un hombre muy familiar, bastante paternalista, como mandaban los cánones de la época; su código de conducta, que aparece como un apéndice en el libro, es (dice Hugh Thomas) "un decálogo de cuya paternidad él se sentía sumamente orgulloso".
Una vista sobre ese decálogo acaso sirve para dibujar un perfil del personaje que ahora biografía Thomas: "1. Hacer siempre honor a los compromisos. 2. No mirar a nadie por encima del hombro. 3. Ser muy tenaz. 4. Rodearse siempre de buenos colaboradores y amigos. 5. Convivir al máximo con los que trabajan con uno. 6. Estimularlos en la mayor medida. 7. No querer ganar para sí la última peseta. 8. Trabajar con intensidad. 9. Escuchar las sugerencias, aunque procedan de gente modesta. 10. Tener vocación y fe".
Se pasó quince años en La Habana, construyendo para la Cuba revolucionaria. Atrás dejaba la frustración de haber tenido que pasar "a los americanos" el universo que hizo como un emprendedor intuitivo; dice Thomas que esa frustración está detrás del "viaje a Cuba". En España, sus "planes estupendos" ya no resultaban viables. "Ni los bancos ni el régimen le dieron respaldo. Intentó buscar dinero en Europa, pero tampoco dieron frutos esas gestiones. Al final se alió con Chrysler, y los siete años de alianza fueron siete años duros de lucha. Acaso el choque de culturas impidió un entendimiento, y Chrysler se quedó con Barreiros en 1969".
Fue entonces cuando Cuba le propuso al empresario orensano que se hiciera cargo de su industria motora... "Estoy convencido", dice su biógrafo, "de que lo aceptó para envenenar a los norteamericanos de Chrysler, aunque no tengo la evidencia".
De ese tiempo con Fidel Castro, el libro contiene una notable carta sentimental del industrial al dictador, escrita cuando ya se acercaba el fin de Barreiros. Le contaba su opinión sobre "la lucha cotidiana de la humanidad" y luego le recordaba la esencia de su oficio, el de mecánico. "Y, hoy en día", escribía Barreiros enumerando oficios, "mecánicos que, como el médico al enfermo, recuperan la salud de desvencijados automóviles para transportar en ellos cuanto sea preciso".
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