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Reportaje:APUNTES

Ser decano ya no es lo que era

En la mayoría de facultades se presenta un sólo candidato, y a alguna le cuesta encontrarlo

Ignacio Zafra

Todavía a finales de los setenta, ser decano significaba tener poder. En algunas facultades, como Derecho, la capacidad de influencia asociada al cargo se extendía fuera de la universidad. La Ley de Reforma Universitaria (1983) abrió las instituciones a sus trabajadores y los decanos empezaron a ser elegidos con los votos de la comunidad académica. Los registros electorales de la época recogen la explosión inicial que aquello implicó, con tasas de participación que rozaban el 90% entre los profesores.

Hoy, esa época ha pasado definitivamente a la historia. Cada vez es más raro encontrar dos candidatos en unas elecciones de centro. En la Universitat de València sólo hubo competencia en dos de 18. En Castellón, en uno de tres. En Alicante, en una de las siete facultades. Hay casos, como la Escuela de Magisterio de Valencia, donde la dificultad consistió directamente en encontrar a una sola persona dispuesta a presentarse.

En la Universitat de València hubo competencia en dos de 18 centros; en Alicante, en uno de siete, en la Jaume I de Castellón, en uno de tres

"La gestión académica no está bien valorada ni siquiera dentro de la universidad", comenta Amparo Navarro, decana de Derecho en la Universidad de Alicante. "No lo está económicamente, pero tampoco para el currículum profesional. En muchas ocasiones tienes que renunciar a ser docente y a ser investigador. Si te presentas a unas oposiciones, lo que más le interesa al tribunal son cuántos sexenios y cuantas publicaciones tienes. Así que en cierta forma, el cargo es una especie de sacrificio. Un trabajo que si te gusta es porque te lo tomas como un servicio al centro y a la universidad a la que perteneces".

Hay quien cree que parte del problema lo generó la propia ley del 83. Que, además de democratizar, estructuró las universidades alrededor de los departamentos y las áreas de conocimiento. La cuota de poder de los decanos se fue vaciando, y su función pasó a ser vista cada vez más como burocrática.

Parece hacer consenso también en que la Ley Orgánica de Universidades aprobada por el Ejecutivo Aznar devolvió competencias a los centros. Y que empiezan a volver los tiempos en los que los auténticos "generales" de un rector eran los decanos.

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¿Por qué entonces las elecciones despiertan tan poco entusiasmo? "Lo que ocurre", responde Joan Pelechano, director de la Escuela Técnica Superior de la Universitat de València, "es que hay un corriente social que consiste en pasar de todo, ir a la tuya y mirarte el ombligo. Es más general que el caso de los decanos. Si entras en el caso de los estudiantes, en el que cada vez votan menos alumnos, tampoco existen incentivos para ocupar espacios de representación. Ni siquiera les da créditos de libre opción. Al final es una cuestión de que haya personas dispuestas a tirar del barco".

Parece haber más razones. Antonio Micó, decano de la facultad de Ciencias Jurídicas y Económicas, señala que el ejercicio del cargo hace muy complicado "dejar a todos contentos". Y eso, el ambiente, lleva a Amparo Navarro a asegurar que, de no haber estado bastante segura de que su candidatura generaba consenso en la facultad, no se hubiera presentado.

Falta hablar todavía de la exclusividad: un profesor de Derecho o de Medicina pueden hacer carrera y ganar mucho dinero fuera de las aulas si renuncian a ese complemento. Los decanos lo tienen prohibido.

El cargo, es cierto, sigue abriendo algunas puertas; da contactos; permite conocer mejor al conjunto de profesores y de estudiantes; proporciona una visión amplia de la universidad y puede ser un ejercicio de compromiso con la institución. Pero, y eso también es verdad, ha dejado de ser lo que fue.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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