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Columna
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No arruinemos algo que empezó bien

Soledad Gallego-Díaz

Lo que está sucediendo en Mauritania, donde 299 náufragos asiáticos no identificados esperan hacinados en un almacén portuario a que algún país quiera acogerles, es lo que tradicionalmente se ha llamado una crisis. Una situación dificultosa y complicada que se encuentra en un momento grave. "Las crisis", decía el periodista polaco Ryszard Kapuscinski, "se alcanzan cuando las preguntas que se plantean no se pueden contestar". Por eso no sirve de nada encararlas como si fueran la ocasión de dar grandes ejemplos, ni de sentar grandes doctrinas. Lo mejor es actuar con la mayor sensatez que se pueda, causando el menor daño posible, recomendaba el sabio Kapuscinski. En este caso, es muy posible que hubiera pedido que no se haga recaer todo el peso de la respuesta inexistente sobre las espaldas de esos 299 hombres en concreto. Es como si de repente la gravedad del problema inmigratorio que sufre España y Europa dependiera de la firmeza con la que proclamamos aquí y ahora, en este exacto minuto, que no aceptamos a esos inmigrantes indocumentados.

Precisamente porque nadie sabe cómo dar respuesta a los miles de personas que intentan emigrar, con papeles y sin ellos, no sería justo convertir a estos 299 hombres en un paradigma. Son individuos, no "precedentes". Lo que se negocia en Nuadibú no es el destino de los futuros e hipotéticos barcos abandonados en pleno mar en meses o años próximos, sino el destino de esos 299 hombres, uno a uno. Es cierto que son personas que se empeñan en no decir cómo se llaman, ni de dónde vienen, para evitar su repatriación a los lugares de los que han salido, arriesgando todo lo que tenían. Es muy posible que la misma paciencia y tozudez que han tenido para emprender ese difícil y arriesgado viaje les baste y sobre ahora para resistir las demandas de funcionarios y de formularios.

No es fácil encontrar la respuesta a la pregunta y al problema que plantean, pero sí es relativamente fácil saber lo que no se puede hacer con ellos: no se les puede deportar a terceros países (¿por qué han sido enviados a Cabo Verde 35 presuntos ciudadanos de Guinea-Conakry, un país en guerra?) ni pueden permanecer por tiempo indefinido en las actuales condiciones. Por mucho que a algunos les cueste admitirlo, sería más lógico trasladarles a España y negociar desde aquí su repatriación, que mantenerles muchas semanas en el limbo mauritano.

España se ha convertido en el actor principal de esta crisis sin pretenderlo, como consecuencia de una acción justa y honorable. El barco se encontraba en un corredor marítimo de seguridad que depende de Senegal pero las autoridades senegalesas dijeron que no podían socorrerle. España se hizo cargo del rescate y lo efectuó con eficacia y rapidez. A partir de ahí es probable que se empezaran a cometer bastantes errores diplomáticos que, mezclados con la agobiante percepción de que se podía estar sentando un "precedente" indeseado, hayan acabado por estropear aun más la situación. No terminemos por arruinar del todo algo que empezamos bien.

El Gobierno español tiene que ser capaz de involucrar a otros países y organismos internacionales para exigir su parte de responsabilidad a Senegal y a Mauritania y para lograr que los países de procedencia de esos 299 personas asuman sus obligaciones. Pero si eso no fuera posible, debe tener presente por encima de todo que los 299 de Nuadibú son personas, no ejemplos. El problema de la inmigración ilegal que sufre España no puede ser contemplado ni resuelto a través de crisis ni de preguntas que, hoy por hoy, no sabemos responder. Sólo tendrá sentido y solución si se considera e imagina como un proceso en el que cada día es más patente la necesidad de alcanzar consensos.

Quizás con un poco más de discreción y con algo menos de confusión por parte de todos, el caso de Nuadibú ya se hubiera podido solucionar. Aunque sólo fuera por lo que dijo Henry Kissinger a Time en la época más complicada de su mandato como secretario de Estado: "Les aseguro que esta semana no habrá ninguna crisis porque ya tengo el programa completo". solg@elpais.es

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