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Reportaje:EN SEGUNDO PLANO | Juicio por el mayor atentado en España

"Me pensé mucho defender a El Egipcio"

Antonio Jiménez Barca

Hace una semana, el jueves pasado, todas las televisiones del planeta apuntaban a la cabeza de este hombre: Endika Zulueta, de 43 años, abogado defensor de oficio de Rabei Osman, El Egipcio. Como éste se negó a responder a las preguntas de las distintas acusaciones, Endika se iba a encargar de conducir el primer interrogatorio del juicio más importante celebrado en Europa desde la Segunda Guerra mundial.

Era consciente de que su intervención iba a ser "analizada en todo el mundo: en El Cairo o en Londres, pero también en El Pozo o en Vallecas". Sin embargo, en cuanto conectó el micrófono, asegura que el juicio "se limitó a la sala en la que discurría".

Aquella mañana, el presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, le reconvino en numerosas ocasiones. Tantas, que al día siguiente pidió disculpas al abogado. Éste las aceptó: "Le honra, porque es difícil pedir disculpas, y menos en público".

Rabei Osman está acusado de ser uno de los cerebros de la matanza. Piden para él más de 38.656 años de cárcel. Zulueta lo defiende por una mezcla de casualidad e interés profesional. "A una compañera le correspondió su defensa por turno de oficio y yo la ayudaba. A mí el caso de Osman me parecía jurídicamente interesante porque la principal prueba eran unas grabaciones efectuadas en su casa por métodos más que discutibles. La colega renunció a la defensa por motivos personales; el caso pasó a otra compañera del turno de oficio que también renunció y después, dado que yo ya había hecho alguna diligencia cuando ayudaba a mi amiga, Osman pidió que fuera yo su abogado".

No aceptó de inmediato. "Me lo pensé mucho, claro. Una cosa es seguir el caso de cerca ayudando a una colega y otra es encargarte de algo de esa trascendencia, rodeado de tanta presión política y mediática. Pero al mismo tiempo no tenía duda de que cualquier abogado penalista querría ser partícipe de un juicio como éste".

No se le escapa que defiende a una de las personas más detestadas en la actualidad, un individuo acusado de haber ideado y organizado el atentado que más muertes y dolor ha causado a la sociedad española. "Sí, claro que me doy cuenta. Habrá gente que piense: 'Estos no merecen ni defensa'. Pero el mensaje debe ser el contrario: algo funciona bien si hasta a estas personas se les procura una defensa. El derecho a la defensa es un derecho constitucional y que los abogados defensores en este juicio hagamos bien nuestro trabajo es algo que beneficiará también a la sociedad". Y añade: "La única abogada que resultó herida en el 11-M era una colega de mi despacho. Estaba en Atocha. Y yo llevo viviendo en Madrid 25 años y ese atentado nos afectó a todos. Una mujer que trabajaba en el Colegio de Abogados y que todos los abogados conocíamos murió en uno de los trenes junto a su marido".

Enumera las dificultades del proceso: "Defiendo a alguien sobre el que pesa una condena de más de 38.000 años de cárcel, es un sumario de más de 100.000 folios, asumí la defensa cuando el proceso estaba muy avanzado". De hecho, el haber aceptado el caso con el proceso en marcha, sin pedir dilaciones que retrasaran el juicio, fue un gesto apreciado por el tribunal.

Y continúa: "El aislamiento sufrido en prisión por Rabei Osman, que pasaba 21 horas sin salir de su celda y tres horas en el patio en soledad, dificultaba también las entrevistas que tenía con él, dado que se pasaba mucho tiempo denunciándome su situación y yo debía convencerle para volver a centrarnos en la defensa. Además, todas estas entrevistas eran siempre con intérprete".

Y concluye: "Pero en mi caso, el confiar en la inocencia de Rabei Osman, facilita mi trabajo".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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