Blair propone endurecer las penas para los jóvenes que lleven armas
Cuatro muertos a tiros en Londres en 15 días disparan las alarmas
Tony Blair propuso ayer endurecer las penas contra los jóvenes que lleven armas de fuego. El primer ministro británico se vio obligado a prometer, una vez más, mano dura contra las pistolas después de una serie de incidentes en Londres que han costado la vida a cuatro chicos adolescentes, dos de ellos de 15 años y uno de 16. La juventud de las víctimas ha encendido un debate sobre las verdaderas condiciones de vida de los niños y adolescentes británicos y los motivos que les llevan a hacerse con armas de fuego.
En una larga entrevista en Sunday AM, el programa político de la BBC de las mañanas de los domingos, Blair se comprometió a legislar para que la pena mínima de cinco años de cárcel por posesión ilegal de armas de fuego, que ahora se aplica sólo a los mayores de 21 años, se extienda también a los mayores de 17 años. Pero no está claro aún si una medida así hubiera tenido impacto en algunos de los incidentes mortales de estas dos semanas, una de cuyas víctimas tenía él mismo una pistola con tan sólo 15 años.
La cadena de asesinatos empezó el pasado día 3, cuando James Andre Smartt-Ford, de 16 años, fue tiroteado en una pista de hielo en Streatham, un barrio del sur de Londres. Tres días después, Michael Dosunmu, de 15 años, murió cuando dos jóvenes que irrumpieron en su casa de Peckham, otro barrio conflictivo del sur de la capital, le dispararon cuando aún estaba en la cama, frente a su hermana horrorizada. La policía cree que Michael fue víctima de una trágica confusión porque no tenía relación con bandas juveniles ni con el tráfico de drogas.
El 14 de febrero, día de San Valentín, Billy Cox, de 15 años, murió en el recibidor de su casa en Clapham North, en el corazón del sur de Londres, tras abrirles la puerta a sus asesinos, quizá creyendo que venían a comprar las drogas con las que él trapicheaba. El sábado pasado, en otro incidente, un hombre de 28 años no pudo escapar de los dos pistoleros que le perseguían por las calles de Hackney, en el East End, pasadas las cinco de la madrugada.
La muerte de Billy Cox ha sido la que ha tenido más impacto. Quizá por haber sido la tercera de un adolescente en dos semanas. O por la cara angelical del hijo de un hombre inglés y una mujer tailandesa. O porque Billy vivía en una familia humilde pero no desestructurada: su padre trabaja en la construcción, su madre hace tareas de limpieza y su hermana Elizabeth, de 13 años, consiguió una buscadísima plaza en la escuela del Royal Ballet. O por el drama relatado por los medios: Elizabeth empapada en sangre y sollozando, intentando reanimar a su hermano moribundo entre sus brazos.
Una pistola usada, 325 euros
Hace un par de años, Billy Cox era un chaval sin mayores problemas. Las chicas recuerdan ahora cómo se acercaba a charlar con ellas con naturalidad, sin el acomplejado machismo violento de muchos otros en el barrio. Pero luego cambiaron las cosas: fue expulsado del colegio tras un incidente con unos petardos, llegaron las malas compañías, el trapicheo con las drogas, la pistola que compró con ese dinero, la muerte...
Las estadísticas dicen que cada año mueren 49 personas a tiros en Inglaterra y Gales, un tercio de ellas en Londres; que una pistola nueva cuesta 1.500 euros; una pistola utilizada antes en un crimen se consigue por 325 euros; y una simulada vale 30 euros. Que aunque el número de muertos a balazos está bajando desde su máximo de 2002, cuando se rozaron los 100 muertos, el número de heridos leves ha pasado de 653 en 1998-1999 a 3.360 en 2004-2005; y que en ese mismo periodo los heridos graves pasaron de 162 a 410.
La oposición cree que el problema de estos días no se soluciona endureciendo las leyes, sino aplicando las que ya existen; y que pare eso hace falta desplegar más policías en la calle. Pero las estadísticas también dicen que, según Unicef, los niños del Reino Unido son los más infelices y peores educados de los países más desarrollados del mundo. El sentido común invita a pensar que eso quizá tenga alguna relación con el problema.
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