El dolor demanda respeto
Esta mañana, escuchaba a la madre de un chico asesinado en los trenes de Madrid aquel trágico 11 de marzo. Mientras conducía, oía a esta madre, rota de dolor, contando cómo su hijo nunca volvió a casa. Pensé en mi madre, en mí. Imaginé por un momento el dolor que debía sentir esta señora. Ese tremendo vacío constante. Cuando caí en la cuenta, varias lágrimas anunciaban con desprenderse de mis ojos. Los cláxones de los coches de Madrid no permiten pensar y te sacan de un breve letargo; sin embargo, lo que estaba escuchando me hacía aflorar muchos sentimientos.
En estos días de juicio, donde volverán a reaparecer multitud de sentimientos, es más necesario que nunca respetar a los familiares de las víctimas. No se debe comercializar con el dolor. El deber periodístico es reflejar la verdad, contarla. Las formas arteras de algunos medios rozan con el surrealismo de Apollinaire o con el esperpento de Valle-Inclán. Cierto grupo político utiliza el dolor de forma partidista. El fariseísmo que desprenden en sus declaraciones, a mi juicio, es insultante para los familiares de las víctimas. Hoy, más que nunca, es el poder judicial el que debe actuar haciendo justicia. Los demás debemos respetar a los familiares de las víctimas cuidando mucho cualquiera de nuestras subjetivas apreciaciones.
Recuerdo que en la manifestación de Madrid, tras la masacre, el grito generalizado era "quién ha sido". Ése era el momento de preguntar. No nos creíamos lo de ETA. Sabíamos que la guerra de Irak no era nuestra. Vergonzosos eran los momentos en los que Acebes salía en rueda de presa. Ahora no es el momento de especular. El sumario es extenso. Se debe investigar cualquier duda en torno a la masacre. Lo que no se puede hacer es intoxicar un proceso. El dolor de las familias demanda el respeto de todos.
