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Reportaje:

Fuegos de artificio

El 3GSM es, más allá de los móviles, todo un espectáculo para atraer al visitante

Amanda Mars

El 3GSM es una feria. También en lo que a azafatas se refiere, donde todo vale con tal de atraer la atención del público. A la tradicional asistente con falda a media pierna y pañuelo anudado al cuello, de aire tanguista, se une estos días en Barcelona otra más pirotécnica.

Las azafatas de una compañía tecnológica llamada Logica CMG se dejaron caer por Fira de Barcelona el primer día del salón de telefonía móvil con un pareo anudado a la cadera y todo el torso desnudo, pintado de un color dorado con el nombre de la empresa escrito en el escote. Al día siguiente se cubrieron el pecho.

¿Por qué? No hubo quejas de la organización ni de entidad feminista alguna. "Nos dijeron que nos tapásemos porque fue una pasada el revuelo que se armó; una compañera dejó el trabajo ese mismo día", explica Joana, de 22 años.

Por revuelo o follón entienden las miradas desorbitadas de algunos visitantes, que se diría que jamás habían visto a una mujer, los agarrones de otros que se querían fotografiar con ellas y el rubor de algunos que no querían aceptar los folletos de propaganda que reparten.

Joana alucina. "Claro, había algunos chinos que flipaban, que a lo mejor en su país no han visto a una tía desnuda en su vida, pero otros superpesados, y ahora vienen muchos y nos preguntan: ¿Por qué os habéis vestido?".

Para Iona, de 20 años, este es es su primer trabajo como azafata y no sabe si es habitual la expectación que han despertado en este salón profesional. Lo curioso, en el caso de estas azafatas, es que confiesan no conocer demasiado el inglés, idioma oficial del congreso, donde el 90% de los visitantes son extranjeros y se manejan con la lengua de Shakespeare.

Igual que una de las azafatas del expositor de Telefónica, Paula, cuyo uso del inglés admite que "falla".

No tienen problemas con el inglés las bailarinas rusas que la compañía CBOSS ha contratado para bailar cada hora en punto en el expositor de esta empresa tecnológica. Éste es otro de los espectáculos que más curiosos ha congregado. Son ocho muchachas con sujetador de pedrería y sombrero de ala que realizan una tabla de baile (ahora se llama performance) cada hora con la que logran detener en su paseo a más de una veintena de visitantes de la feria. Mientras marcan los últimos compases, un rollizo presentador inicia una breve explicación sobre la compañía, que finaliza al desaparecer las chicas.

Las azafatas -que en el 3GSM son mujeres en su práctica totalidad, ya que a los hombres se les llama "asistentes"- cobran entre 80 y 120 euros por una jornada laboral de ocho horas, según una agencia del gremio consultada. Paula se ha estrenado esta semana como azafata y no está entusiasmada con el trabajo. "Yo estoy acostumbrada a trabajar con ordenadores y aquí es un poco raro, me siento un poco florero", señala. Por el contrario, Davina Verges, que recibe a los visitantes de la empresa austríaca Freescal, ve su trabajo más cualificado. "No paramos en todo el día, es bastante interesante".

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Sobre la firma

Amanda Mars
Directora de CincoDías y subdirectora de información económica de El País. Ligada a El País desde 2006, empezó en la delegación de Barcelona y fue redactora y subjefa de la sección de Economía en Madrid, así como corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press

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