Los aplausos
¿Se acuerdan ustedes de cuando el ex ministro Trillo, en aquel gesto de inefable chulería, tiró un euro a una periodista que le preguntaba por las armas de destrucción masiva? Bueno, pues las palabras del señor Aznar, ese clásico tan español del "donde dije digo digo Diego" y me quedo tan ancho, no se merecen ni que se le devuelva ese euro. Quizá si él se hubiera atrevido a lanzar su prédica en medio de una plaza de Bagdad ante un nutrido grupo de iraquíes ensangrentados tras el cotidiano atentado, se ganaría ese euro. Mientras tanto, lo verdaderamente preocupante es que todavía haya gente que aplauda su cinismo frente a la dramática invasión de ese país.
Mis felicidades también para la señora Nebrera, que no duda en proclamar que su partido ha conseguido encontrar la "grieta jurídica" por la que, cual ejército de termitas, colarse para intentar hacerse con el control del Constitucional, aun a costa de triturar a un magistrado como el injustamente recusado señor Gómez Tremps y de socavar los cimientos de la propia institución.
Decía Hannah Arendt que "todo aquel que cree en un régimen democrático de gobierno conoce la importancia de una oposición leal". Oposición leal es lo que prometió el Partido Popular cuando perdió las elecciones generales el 14 de marzo de 2004. Precisamente porque no les voté creo que tengo derecho a exigirles esa lealtad a sus dirigentes.
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