Recuperación industrial
Hace justo un año comentaba en esta columna la coyuntura por la que atravesaba el sector industrial español desde 2002: un débil crecimiento de la producción y del valor añadido bruto (VAB), que contrastaba con el dinamismo de los sectores de la construcción y los servicios, de forma que podía hablarse de una economía dual: cuasi-estancamiento de los sectores expuestos a la competencia internacional y fuerte crecimiento de los ajenos a dicha competencia. También en el resto de países europeos la industria mostraba los mismos síntomas, aunque no en todos ellos por igual: Francia y sobre todo Italia mostraban datos aún peores que España, mientras que Alemania se recuperaba con fuerza del bache de 2001-2003 (gráfico izquierdo).
La productividad industrial desde 2002 hasta 2005 ha aumentado un escaso 1,1% anual
También se observaban acusadas diferencias en el comportamiento de las distintas ramas dentro de la industria española: caídas -fuertes en algunos casos- de la producción en textil, confección, cuero, muebles, química, maquinaria, equipos informáticos, material electrónico e industrias extractivas; y resultados relativamente positivos en alimentos y bebidas, edición, metalurgia y productos metálicos y material eléctrico; la importante industria del motor y material de transporte se comportó dignamente en 2003 y 2004, pero sufrió una contracción en 2005.
En estos años hay algo que a mí siempre me llamó la atención en el comportamiento del sector industrial español: inmerso como estaba en un estancamiento, con pérdidas arrastradas de competitividad-precio a causa del persistente diferencial de costes con el resto de países de la UEM, con un fuerte aumento del precio de la energía y con pésimas perspectivas en muchos subsectores por la competencia de los países emergentes, era de temer un ajuste importante del empleo con el fin de aumentar la productividad, bajar costes por unidad producida y mantener la competitividad y la rentabilidad. Y ciertamente, en el trienio 2002-2004 se produjo una caída del empleo, pero de pequeña entidad y que se detuvo en 2005 (gráfico central). Con ello, la productividad desde 2002 a 2005 aumentó a un escaso 1,1% anual, tasa que duplica la del conjunto de la economía, pero que queda muy lejos del 4% alemán.
Continuando con las sorpresas, en estos años se produjo una aceleración de los salarios (probablemente por los costes de los despidos), todo lo cual se tradujo en un aumento de los costes laborales por unidad producida (CLU) muy superiores a los alemanes, al tiempo que el excedente de explotación (EBEU) prácticamente se estancaba (gráfico derecho). Es decir, no se observan apenas ajustes en un sector que aparentemente se enfrenta no a una mala coyuntura sino a problemas estructurales profundos.
En esta situación se ha producido la recuperación de 2006, en paralelo a la observada en la UEM. El crecimiento de la producción industrial alcanzó un 3,7% en España, casi tres puntos porcentuales más que en Francia, punto y medio más que en Italia, pero casi dos puntos por debajo de Alemania. No salimos mal parados de la comparación. Por otra parte, el aumento de la producción permitió un notable avance de la productividad, una moderación de los CLU y una recuperación de la rentabilidad. Esto viene a ser un respiro coyuntural, pero no puede considerarse una superación de los problemas. Si no se diseñan estrategias de largo plazo y se apoya al sector, los recursos seguirán huyendo de él. La cuestión es: ¿hacia dónde?
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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