Tres aspirantes en disputa por la alcaldía de Ourense
El primer viernes de febrero Enrique Nóvoa, a la sazón concejal de Urbanismo y Medio Ambiente del Ayuntamiento de Ourense y candidato a la alcaldía, se embutió en un traje negro de marca, se abrazó a Manuel Cabezas y se convirtió en alcalde de la ciudad por el PP para apenas cuatro meses. El pleno de su investidura marcó el inicio de una precampaña que en Ourense tiene una singularidad: el Partido Popular, mayoritario en la ciudad y en la provincia, se juega su hegemonía en la capital.
Los tres candidatos se han impuesto una actividad frenética.Mientras Nóvoa prepara su lista, al amparo de José Luis Baltar, el poderoso persidente de la Diputación Provincial, los candidatos del PSdeG, Francisco Rodríguez, y del BNG, Alexandre Sánchez Vidal, espoleados por el augurio de la posibilidad de desbancar al PP en la capital, tras más de una década en el banquillo de la oposición, buscan formas de acaparar el interés de la ciudadanía.
El socialista dio el primer paso presentando esta misma semana una candidatura, renovadora y paritaria, en la que domina el perfil técnico y la sorpresa interna de la incorporación de nuevas caras. Rodríguez ha creado, además, una "oficina del candidato", en la que escucha y comparte los problemas de los orensanos. Ayer se reunió con representantes de 13 asociaciones vecinales, las que no organizaron la macrocena de despedida de Manuel Cabezas. Anteayer, moderó un debate sobre convivencia escolar.
Por su parte, el nacionalista ha buscado sus primeros 15 minutos de gloria presentando una candidatura continuista ("lista para gobernar desde ya") y renunciando expresamente a los 100 días de gracia.
En Ourense la campaña ha comenzado a cocinarse. Pero el alquimista Baltar aún no ha entrado en cocina a salpimentar las viandas. De momento, el presidente de la Diputación y del PP orensano sólo ha puesto fuera de juego a su máximo oponente político, y representante de su propio partido, Manuel Cabezas. Mientras unos y otros presentan listas y propuestas, Baltar intenta mantener poder y fidelidades en la provincia: una larga lista de alcaldes, en buena parte heredados del franquismo, que superan o bordean la edad de la jubilación y que comienzan a causar baja por enfermedad. "Sólo admito la pérdida de un diputado provincial y eso, en caso de catástrofe", vaticinó seguro de su triunfo.
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