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El Museo Picasso pide más autonomía de gestión para sortear la burocracia municipal

El centro está pendiente de ampliar de nuevo sus instalaciones en la parte posterior

El Museo Picasso de Barcelona atesora unas 4.000 obras del artista y el pasado año recibió unos 1,2 millones de visitantes, pero ni su presupuesto, que en 2006 fue de cinco millones de euros, ni su estructura organizativa está adaptada a sus actuales necesidades. Aunque no se prevé que deje de depender exclusivamente del Ayuntamiento de Barcelona, sí se está estudiando la fórmula jurídica para ganar autonomía, sortear la burocracia municipal y plantear proyectos a largo plazo. El museo volverá a ampliarse al incorporar otro edificio en su parte posterior.

Todo lo que se ingresa en taquilla por la venta de entradas en el Museo Picasso (los precios oscilan entre 4 y 6 euros para la colección) pasa directamente a las arcas municipales. Aunque no hay cifras exactas, hay acuerdo en que es uno de los pocos museos que se autofinancia y, seguramente, tiene superávit. El nuevo director, Josep Serra, se ha puesto como meta este año 2007 -que en lo que respecta al programa expositivo y de actividades será muy de transición- cambiar por completo la estructura administrativa del museo. "No puede ser que ahora cualquier cosa, desde la compra de una impresora hasta la firma de un convenio con el Metropolitan, por poner un ejemplo, tenga que pasar por los largos trámites burocráticos municipales", indica. "El museo debe tener más autonomía de gestión para poder plantear proyectos a largo plazo". Ahora depende del presupuesto que cada año le destina el Ayuntamiento de Barcelona, que, generalmente, es inferior a los ingresos que obtiene. "Lo mínimo sería que pudiéramos gestionar lo que ingresamos. Me parece que esta ciudad podría incluso invertir en el museo y no exigirle lo que no se pide a otros centros porque, además, el Picasso genera imagen y riqueza", señala.

Serra sabe que será complicado y no es combativo. Asegura que hay acuerdo con el Instituto de Cultura de Barcelona respecto a la necesidad de cambiar el modelo. El proceso se realizará a lo largo de este año y se centra en encontrar la figura adecuada para, manteniendo el control municipal, aumentar la posibilidad de conseguir patrocinio privado y la ayuda de otras instituciones, como la Generalitat, que ahora podrían encontrar absurdo subvencionar un museo que genera ingresos que no revierten en él.

El museo, además, no para de crecer. En los últimos meses el Ayuntamiento de Barcelona le ha cedido un edificio, parte de un antiguo orfanato con unos 1.000 metros cuadrados de superficie repartidos en dos plantas, en la esquina de la calle de Flassaders con la nueva plaza de Jaume Sabartés, esta última en proceso de ubanización. La incorporación de este edificio, una vez remodelado, permitirá descongestionar la entrada de visitas en la calle de Montcada, disponer de aulas para seminarios y salas polivalentes aptas tanto para las actividades del museo como para las distintas asociaciones del barrio y por fin hará realidad el viejo sueño, acariciado desde hace casi una década, de abrir una calle peatonal que permita el paso de Montcada a Flassaders por el interior de las instalaciones del museo.

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