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Reportaje:ARCO 2007

Los dos polos del arte coreano

Arco, la feria de arte contemporáneo, abre sus puertas el próximo jueves 15 con Corea del Sur como país invitado. Unas 260 galerías de una treintena de países acuden a su cita anual en Madrid, que en esta edición sirve de estreno a Lourdes Fernández, su nueva directora. El arte coreano del siglo XX se desarrolla en su encuentro con las corrientes occidentales, pero en su seno conviven dos tendencias contrapuestas. Babelia ofrece un panorama sobre este país y sus principales artistas.

Corea del Sur vive la oposición entre el antiguo concepto zen del "vacío" y la necesidad de orientarse a un destino de alto consumo

Qué hay de retórico en esas fantasías tan perfectas que son los pueblos y sus manifestaciones artísticas? Basta con que nos distanciemos un poco, que nos alejemos de las profundidades de lo humano, que tensemos bien el cuero del tambor para que surja la política y su punto máximo de coagulación, la burocracia. La cocina incineradora de los despachos públicos obliga a concebir un nuevo modo de conexiones de supervivencia entre las personas y la materia lógica de la vida, al estilo de las matemáticas recreativas ideadas por Lewis Carroll en sus "historias embrolladas", donde la narración avanza subterráneamente a través de nudos que caracterizan unos personajes que en sí son un problema, seres que se desplazan hasta converger todos en el último nudo, atrapados en una tupida red de relaciones personales.

El arte de un país nace al otro lado del espejo, pero muere en el plano de la superficie. En ella, los dirigentes, figuras espesas y deformadas, protegen sus simulacros, imágenes que flotan y que forman sin demasiada arbitrariedad un canon empírico institucional hecho para resistir al tiempo y a todas las embestidas. Ese arte, con sus códigos, hace que el espacio político se movilice, se dinamice y jerarquice.

La República de Corea del Sur, separada con un corte fino de su antiguo colonizador Japón (19101945), vive sin sobresaltos entre la oposición de permanecer suspendida por un lazo del antiguo concepto zen del "vacío" (el MU, que todavía puede verse en la "escritura" de jardines, casas, rostros, gestos y violencia) y la necesidad de estar orientada a un destino de alto consumo (la sociedad capitalista, la culturización americana, la tecnocracia). En las latitudes de la cultura contemporánea, Corea es como una bella flor salvaje encerrada en un invernadero.

Ocurre a veces que la realidad

cultural de un país se desarrolla en una órbita diferente a la que exhiben sus embajadores. De la misma manera que la pintura de Miquel Barceló no representa la españolidad, Nam June Paik, el padre y mentor de la videocreación, no fue el único artista coreano auténticamente moderno -en los libros de Historia del Arte de Corea ni se le menciona-, y es más que improbable que las decenas de autores que ocuparán los 15 stands del país invitado en la próxima edición de Arco vayan a consagrar analogía alguna. No justifican ni imitan nada, sólo graban un trazo diferencial que en el transcurso de la feria demostrará si son o no tan competitivos como cualquier producto de los emporios Hyundai o Samsung.

La llamada "vanguardia" coreana (jeonwi) surgió en los años treinta a imagen y semejanza del impresionismo y el fauvismo europeos. Sus artistas más destacados se formaron en escuelas japonesas. Ku Bon-ung, también llamado el Toulouse Lautrec coreano -era muy bajito y algo cojo-, estudió en los mejores talleres inspirados en la Escuela de París, al igual que los primeros pintores abstractos, influidos por el cubismo. Pero mientras los colores chillones y sensuales del posimpresionismo se congraciaban con la cultura japonesa, dominante en aquellos años en Corea, la abstracción geométrica no gozó del mismo recibimiento.

Sólo Kim Whanki (1913-1974), pionero del arte abstracto coreano, supo años después encontrar la armonía entre tradición y modernidad. Explorando en las raíces de su propia cultura demostró que se podía pintar a la manera de Malévich y otros vanguardistas rusos sin perder legitimidad. Kim Whanki era una esponja, un túrmix de Picasso, Matisse, Mondrian y Rothko. Con Yoo Youngkuk (el Jean Arp oriental) y un pequeño grupo de pintores, fundó en 1937 la primera Asociación de Artistas Libres, reivindicó la abstracción pura y el constructivismo europeos y, de paso, la segregación político-cultural de Japón.

El periodo de emancipación artística de Corea surgió en los años ochenta, con la irrupción del movimiento minjung. Llamados también people's art -no eran otra cosa que popistas tardíos-, reaccionaron contra la pintura monocroma por considerarla autoritaria e institucional, una burda imitación del estilo europeo. Autores como Choi Jeong-Hwa, Lim Ok-sang, Sin Hak-cheol y Jheon Soocheon aspiraban a reflejar en sus obras la realidad social. Portavoces de los desposeídos, denunciaron el adocenamiento burocrático y la hipocresía burguesa. Los artistas del establishment no tardaron en acusarlos de panfletarios que sólo buscaban camuflar su pobreza técnica. Fue la primera escisión artística auténticamente coreana. Sólo el conceptual Yiso Bahc actuó como auténtico faro, aunque más como activista, pope y filósofo del arte que como artista.

Otros grupos, los

Dureong, Im

sul-nyeon y la Asociación de Artistas Libres de Gwangju, fueron más residuales. La caída del muro y la desaparición del bloque comunista del Este los convirtieron en nostálgicas estatuas de sal en una incipiente posmodernidad.

En 1990, Corea del Sur manifestaba los síntomas evidentes de una sociedad posindustrial y, como su vecino Japón, pasó sin apenas sobresaltos de una cultura profundamente alienante a entregarse sin reparos al consumo global. En 1993, el Whitney Museum trasladó su bienal de Nueva York a Seúl; y en 2003, el Smithsonian de Washington confirmó el interés norteamericano por la cultura asiática en la exposición Sueños y realidad. Cien años de inmigración coreana en Estados Unidos, que abarcaba desde obras de una modernidad "contaminada" por Occidente a las fórmulas más tradicionales de herencia coreana. La misma dualidad de polos complementarios se hará notar estos días en Madrid. En los pabellones de Ifema o extramuros habrá que seguirla con más curiosidad que entusiasmo.

De izquierda a derecha, 'Sin título' (2006), de Ji Eun Lee, en la galería Gana Art, y 'Double Happiness' (2006), de Yang Jing.
De izquierda a derecha, 'Sin título' (2006), de Ji Eun Lee, en la galería Gana Art, y 'Double Happiness' (2006), de Yang Jing.

DATOS ÚTILES

Dirección: IFEMA. Parque Ferial Juan Carlos I. Campo de las Naciones. Pabellones 7 y 9.

Horario: viernes 16 de febrero: de 14 a 21 horas. Sábado 17, domingo 18 y lunes 19: de 12 a 21 horas.

Acceso: metro: Campo de las Naciones. Autobuses: 112 (Mar de Cristal/Alameda de Osuna/Feria

de Madrid), 122 (avenida de América/Campo de las Naciones/Feria), 828 (Universidad Autónoma/Alcobendas/Canillejas/Feria). Servicio especial desde Canillejas. Automóvil. Salidas: Aeropuerto M-40 Sur, túnel de Costa Rica. Estacionamiento: 6 euros.

Precio: entrada general: 30 euros + catálogo: 60 euros. Estudiantes: 20 euros + catálogo: 45 euros. Catálogo: 42 euros.

Teléfono: 902 488 488.

www.entradas.com

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