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Columna
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Gallegos en el canal de Panamá

La idea de perforar el istmo de Panamá data de principios del siglo XVI, cuando elemperador Carlos I pensó que se podrían acortar las rutas hacia y desde Ecuador y Perú. Las razones eran puramente mercantiles: los galeones que traían a España los inmensas riquezas de las colonias estaban obligados a seguir la ruta del estrecho de Magallanes y el cabo de Hornos, llenas de piratas y bucaneros. Muerto Carlos I, los consejeros de Felipe II insisten en que se lleve a cabo una obra de tanta utilidad y prestigio para España. Pero el rey siempre fue reacio a ese plan, pues el hombre no debía modificar "aquello que existía por voluntad de Dios".

Finalmente los colonizadores españoles encontraron apoyos para abrir un camino a través del continente. Fueron necesarios muchos años de ardua labor y el sacrificio de miles de vidas humanas, sobre todo de indígenas, para construir esa larga ruta que seguía, poco más o menos, el trazado actual.

Entre 1904 y 1913 un total de 56.307 personas trabajaron en la construcción en la obra, de las cuales 11.873 eran mano de obra proveniente de países europeos, 31.071 eran originarios de las Antillas, 11.000 venían de Estados Unidos y otros 69, según los archivos, no peudieron ser clasificados. Durante su construcción murieron unos 27.500 trabajadores, de un total de más de 80.000 empleados, víctimas de accidentes de muy variada naturaleza, o por las terribles enfermedades que les atacaban en aquel medio inhóspito. La malaria, la fiebre amarilla, el tifus, la disentería la tuberculosis y la pulmonía, entre otros males, se encargaron de diezmar la fuerza laboral.

De cualquier forma, el gobernador de la zona del canal en aquella época, Charles M. Magoon, opinaba que los chinos nunca sobrevivirían a tan pesado trabajo en las excavaciones, más allá de ahorrar el dinero suficiente para establecer un pequeño negocio (víveres, restaurantes, lavanderías, hortalizas, etcétera). En cambio, según dejó escrito un jefe de ingenieros de las obras, "en 1906, la eficacia de los gallegos no sólo es más del doble que la de los negros, sino que resisten mejor el clima".

Los gallegos eran contratados en nuestra tierra por agentes norteamericanos. El cónsul honorario, señor Preciado, según doumentos de la epoca "fomentaba la emigración con cartas elogiando el buen clima y las condiciones de trabajo". A los contratados en Galicia les adelantaban el coste del pasaje, solamente de ida, que debían rembolsar íntegramente pagando a plazos con el salario de la primera quincena de cada mes. Las condiciones de vida eran tan leoninas que en 1906 quedaban 40 gallegos de los 332 que habían llegado, tanto desde España como desde Cuba. Sabemos que allí trabajaron los hermanos Rodríguez, Secundino y José, del pueblo de Coba. El primero sucumbió de malaria, y José regresó a Galicia, huyendo "de aquellos cenagales de muerte".

Los gallegos iniciaron un movimiento de huelga, que no preocupó a la empresa. El diario El socialista recoge sus principales quejas: no les dan las tres comidas con carne prometidas para cada día y no los alojan en hoteles, sino en tiendas de lona, en descampado y sin mantas. Cuentan con médicos, hospital y medicinas, pero antes de llegar a recibir la atención sanitaroa los llenan de quinina y los matan de hambre.

Tal era la situación, que el Centro Gallego de La Habana envía una comisión para hacer un informe sobre las condiciones de trabajo. Pero los encargados de la inspección fueron comprados por las autoridades norteamericanas y, a su regreso a Cuba, presentaron el campo de trabajo como un paraíso terrenal. Sin embargo, su informe cuenta que Daniel Pérez, de Ourense; José Gómez, de Muros, y Eulogio Rodríguez, de Monforte, estaban hospitalizados, éste último con una pierna sajada por un tren. La compañía lo recompensó con una prótesis de madera y, como señal de trato especial, le puso a una cocinera gallega en el hospital.

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