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"Hace tiempo que no invito a los amigos a casa porque siento vergüenza"

Jesús García Bueno

Jaime Reyes y Esther Cabestany llevaban varios días sin poder darse una ducha. La semana pasada, empezó a emerger "porquería" por el desagüe de la bañera. Lo mismo que por el váter. El lavabo se encharcó por completo. El agua sucia dañó la puerta y afectó al parquet del recibidor. La causa de esta fuga de agua fecal (una pequeña tragedia cotidiana) estaba en el piso de arriba, el 2º, donde se había embozado una cañería. Los que hasta el sábado fueron sus inquilinos -10 personas rumanas pertenecientes a tres familias- arrojaban continuamente todo tipo de objetos por el váter.

No era la primera vez que le ocurría algo similar a esta pareja (26 años él, 34 ella) que desde hace medio año vive en el primer piso del número 90 de la calle de Pau Piferrer, en Badalona. Pero fue la gota que colmó el vaso y que ha originado la revuelta contra el incivismo de algunos vecinos en el barrio de La Salut. El sábado por la mañana, Jaime admite que estaba histérico. Esther, también. Además de no poder ducharse, llevaban tres días sin dormir. "El ruido que hacen es insoportable. Traen chatarra de noche y entran y salen a todas horas", relata Esther. "Mi hija -tiene 10 años- tampoco descansaba y se quedó dormida al ir al colegio".

De modo que, el sábado, Jaime estalló. Fue a hablar con los molestos vecinos para recriminarles su actitud. En vano. No sólo no le hicieron caso, sino que se rieron de él. "Incluso se me encararon". Fue entonces cuando los vecinos, que presenciaron la escena, llamaron a la Guardia Urbana. "Me puse a gritar como un loco. Suerte que un agente me retuvo, porque estuve a punto de pegarles", recordó Jaime ayer, algo más calmado, desde el sofá de su casa. "Antes vivía arriba una familia rumana con la que se podía dialogar. Pero los problemas llegaron hace tres meses, cuando empezó a instalarse gente de forma masiva", explicó Jaime. "No es un tema de racismo, sino de convivencia", insistió Esther.

Además de las actitudes incívicas ya mencionadas, la pareja relata una larga lista de agravios que les habían hecho la vida un poco más difícil: "Suben chatarra, ponen la música a todo volumen, duermen con la puerta de casa abierta, gritan desde la calle para pedir las llaves de la portería, hacen sus necesidades en cualquier lado..." Una vez incluso les intentaron robar a través de una claraboya que hay en la cocina. "¡Lo más sorprendente es que estábamos en casa y aun así pretendían entrar! ¿Ves? He tenido que tapar el agujero y ponerle un candado". El piso de Jaime y Esther está decorado de manera moderna, siguiendo poco más o menos los patrones de la multinacional Ikea. Pared del pasillo roja, muebles minimalistas, televisor de pantalla plana. Aun estando a la última, la pareja no se atreve a exhibirlo demasiado. "Hace mucho tiempo que no invito a los amigos a casa porque siento vergüenza de cómo está la escalera".

Y vergüenza, también, de que en la pared que hay junto a su puerta haya dos folios con una serie de normas de convivencia más que básicas. "Es ridículo". El documento en cuestión lo ha editado el Ayuntamiento de Badalona y recoge, en castellano y en rumano, una serie de "cosas que no se pueden hacer" (lucruri care sunt interzise) para asegurar la conviviencia y unas "normas de higiene" (norme de igiena) a seguir.

Las normas son de perogrullo, pero el consistorio ha creído necesario escribirlas en las fincas donde viven rumanos de etnia gitana y otros colectivos poco acostumbrados a la vida en comunidad, propia de las ciudades europeas. Está prohibido: "orinar o hacer las necesidades en la calle"; "tirar basura y pañales por la ventana" y el eufemístico "coger materiales de las obras". Con las reglas sobre higiene ocurre otro tanto. Hay que "lavarse y ducharse cada día", "barrer y fregar el piso diariamente" y lo más sorprendente: "Matar los bichos para evitar plagas".

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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