_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lo que ansiamos saber

Juan Ignacio Crespo

Decía el afamado jugador de béisbol norteamericano Yogi Berra que "hacer predicciones es muy complicado; y más sobre el futuro".

Las predicciones en general, y sobre el crecimiento económico en particular, suelen ser de lo más escurridizas. Para 2007, la madre de todas las predicciones es, como en tantas otras ocasiones, adivinar qué es lo que va a suceder con la economía norteamericana; un debate que se repite por enésima vez a lo largo de los últimos cuarenta años en casi los mismos términos: ¿será capaz de protagonizar un aterrizaje suave? En la mayoría de las ocasiones en que este debate se ha planteado, el aterrizaje suave sólo ha resultado ser lo que los anglosajones llaman "wishful thinking", y que podríamos traducir como "pensamiento desiderativo".

Cuando Clinton ganaba las elecciones, en un ambiente de recesión, la economía llevaba creciendo desde hacía más de año y medio

Para hacerse una idea de lo poco y mal que se pueden detectar las recesiones por adelantado (es decir, que en realidad no se pueden predecir en absoluto) sirvan unos ejemplos.

Tras el atentado terrorista contra las Torres Gemelas en septiembre de 2001, el mundo entero dio por hecho que la economía norteamericana (por no hablar de la mundial) entraría en recesión. La realidad, en cambio, difícilmente podía ser más diferente: a la economía de EE UU sólo le faltaba un mes y medio para salir de la recesión en la que llevaba ya sumida desde marzo de ese mismo año.

Si es caso, los atentados contribuyeron a que el crecimiento fuera bastante anémico durante los dos años siguientes, sin que sepamos qué hubiera sucedido con la economía en ausencia de atentados.

Algo parecido sucedió con la recesión anterior a ésa, la que en buena medida parece que contribuyó a que George Bush perdiera las elecciones frente a Bill Clinton y su conocido lema "¡Es la economía, estúpido!".

Pues bien, para cuando Clinton ganaba las elecciones, noviembre de 1992, en un ambiente que se juzgaba casi unánimemente como de recesión o estancamiento económico, la economía norteamericana llevaba en realidad creciendo desde hacía más de un año y medio. La mala suerte que tuvo el que pasó a ser ex presidente Bush fue que el organismo que en su país pone la fecha oficial al final de las recesiones no lo hizo en aquella ocasión hasta un mes después de su derrota. Y la fijó en marzo de 1991.

Lo cierto es que ahora los datos de la economía de EE UU apuntan a una desaceleración del crecimiento, motivada sobre todo por el mal comportamiento del sector inmobiliario a lo largo de los últimos 15 meses. Algo que no llevará necesariamente a una recesión, pero que pone en guardia a todo el mundo.

A la hora de tranquilizarse, se suele mirar al Reino Unido, donde una desaceleración de ese sector hace dos años tuvo sólo un carácter transitorio que no llegó a provocar problemas de importancia.

Para intentar, si no adivinar, al menos acotar en qué terreno se está moviendo ahora mismo la economía de EE UU conviene recordar algunos datos.

Desde la Segunda Guerra Mundial, los periodos de expansión económica (excluyendo éste) han tenido una duración media de 57 meses. El ciclo expansivo actual se inició en noviembre de 2001, por lo que ha cumplido los 62 meses y ha salido ya de cuentas. Sin embargo, hay que recordar que alguna de las expansiones económicas de los últimos 50 años ha sido inusualmente larga (de hasta 120 meses de duración, en uno de los casos, lo que representa casi el doble de la actual), por lo que el verdadero debate se centra en adivinar si estamos ante un debilitamiento propio de mediados de un ciclo largo (como sucedió en 1985 y 1995) o si se acerca el final de un ciclo expansivo que tiene a su favor el que los mercados financieros están rebosando liquidez, y en contra, el que el precio del petróleo se haya multiplicado por tres.

Decantarse por una de las dos alternativas tiene mucho más que ver con sesgos y expectativas económicas personales que con un análisis riguroso que, por otra parte, aún tiene lo que serían unas buenas herramientas muy lejos de su alcance.

Juan Ignacio Crespo pertenece al Cuerpo Superior de Estadísticos de Estado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_