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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Por amor a la Justicia

En dos magníficas ediciones se puede leer Michael Kohlhaas, de Heinrich von Kleist. La historia de un hombre recto que termina siendo un criminal porque quiere hacer justicia.

Heinrich von Kleist (1777-1811) se suicidó en el lago berlinés de Wansee junto a su amante Henriete Vogel. Él la mató a ella de un disparo en el pecho y luego se descerrajó a sí mismo un tiro en la boca. La muchacha padecía una enfermedad incurable y fue quien propuso semejante final. El noble Von Kleist, pobre y endeudado, marginado de su clase social, fracasado, corroído por la imposibilidad de hallar un sentido a su vida, aceptó la muerte con alborozo. La magnitud de aquel acto conmocionó, y el suicida se convirtió en figura de leyenda para artistas, aclamado como un personaje romántico y genio enloquecido. El culto a su personalidad acaparó la atención que no habían obtenido sus obras, las cuales, apenas comprendidas por sus contemporáneos, revelaban la desmesura y rareza de su apasionado carácter, transferido a muchos de sus arrebatados personajes. Hasta décadas después de aquellas muertes no se reivindicaría la modernidad de los relatos y el teatro de Kleist.

Tras una vida ajetreada, después de abandonar el ejército prusiano al que por tradición familiar se destinaba a los miembros de su familia, el joven Kleist intentó vivir a su aire, incluso como campesino en Suiza, según las enseñanzas de Rousseau. Dio tumbos de acá para allá, fundando revistas y periódicos que fracasaron, viviendo como un artista del escaso dinero que le proporcionaban sus estrenos teatrales, algunos de éxito como la comedia El cántaro roto; sirvió a diplomáticos en ocasiones y rompió un compromiso ventajoso con su novia Wilhelmine von Zenge, a la que dirigió unas estupendas cartas que han pasado a ser una joya literaria; y, en suma, nunca encontró la felicidad en un mundo al que juzgaba sometido a la muerte, las arbitrariedades y la injusticia. Vivió en tiempos de reformas políticas y de guerras, la Revolución Francesa y Napoleón. Kant y Rousseau fueron sus guías espirituales, pero el mundo real parecía hacer caso omiso de sus teorías.

A Kleist se le recuerda hoy

principalmente por sus Narraciones; hermanado con E.T.A. Hoffman, relatos como La marquesa de O..., El terremoto de Chile o La pordiosera de Locarno se leen cual historias románticas de extraordinaria desmesura, animadas por el desgarro y desesperación que Kleist vio por doquier en una época que no le comprendió, encorsetada por las convenciones. Su novela breve Michael Kohlhaas, impresa en 1810, es un clásico literario. La fuerza de su lenguaje torrencial cautivó a Kafka, asiduo lector de Kleist desde sus años escolares; aún en 1913 anotaba el autor de El castillo: "El Kohlhaas por centésima vez; es una historia que leo con verdadero temor de Dios, y que siempre me lleva de asombro en asombro". A Kafka lo maravillaba la precisión del estilo de Kleist -"en él se encuentra la raíz del moderno arte alemán del lenguaje"- y la plasticidad con que plasma tanto los pequeños gestos como la exagerada acción de sus personajes, en un claro atisbo del expresionismo.

Por lo demás, la historia de Kohlhaas tiene mucho de "kafkiana": basada en una antigua crónica medieval, rememora las vicisitudes de un conflicto legal entre un hombre sencillo y un noble. El tratante de caballos Michael Kohlhaas era "uno de los hombres más rectos" de su tiempo pero terminará como "uno de los más temibles", pues se convertirá en ladrón y asesino por amor a la Justicia. Kohlhaas era un buen padre de familia y un probo comerciante, pero estaba dotado de "un excesivo sentido de la rectitud", y ahí es donde patina. Al sufrir una pequeña injusticia por parte de un aristócrata, empecinado como es, intentará que se le otorgue la razón y que se le resarza como merece acudiendo a todas las instancias legales, mas los poderosos se alían entre sí para defender al de su misma sangre y sólo recibirá humillaciones. Por eso se alza en armas contra un Estado que permite la injusticia y arrasará a sangre y fuego media Turingia. Los pequeños y grandes sucesos de este relato, acaecidos apenas sin interrupción temporal en medio de un ambiente lóbrego y medieval, mantienen en vilo al lector, al que Kleist no concede respiro, y que parece obligado a leer un acta procesal de la que no puede perderse ni una sola de sus precisas palabras.

Se ha visto en Kohlhaas un

héroe "prekafkiano", en busca de una justicia que jamás hallará en la tierra, semejante al acusado Josef K., muerto "como un perro" e ignorante de qué se le acusa; quizás, pero se sabe que Kleist publicó su relato en una época en que las reformas sociales en Prusia eran necesarias para privar a los nobles de los poderes abusivos que ostentaban y conceder mayor libertad a la burguesía, a fin de paliar el descontento que podría encender la mecha de una revolución social. En cualquier caso, Kleist todavía confiaba en el imperio de las leyes, y en que si éstas se tornan más justas tal vez alcancemos el ideal de Justicia al que aspiramos los seres humanos que vivimos en sociedad.

Dos versiones del Kohlhaas coinciden ahora en librerías: Nórdica reedita la publicada por Debate en 1990, mientras que Alba presenta una nueva versión, muy cuidada, con notas a pie de página y un estilo más pulido. Ambas transmiten el ambiente opresivo, la clamorosa ofuscación de este relato épico, y, en palabras de Thomas Mann, de "casi imposible traducción".

Heinrich von Kleist. Michael Kohlhaas. Traducción de Isabel Hernández. Alba. Barcelona, 2006. 142 páginas. 14,50 euros. Michael Kohlhaas. Presentación de Eustaquio Barjau. Traducción de Javier Orduña. Nórdica. Madrid, 2006. 176 páginas. 13 euros.

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