Un gallego para el legado inca
El arquitecto Mario Crecente estudia el impacto del turismo en Machu Picchu por encargo de un organismo de la ONU
El estudio del arquitecto gallego Mario Crecente ideó un método para determinar la capacidad turística de un lugar declarad Patrimonio de la Humanidad con el fin de conciliar beneficios y perjuicios de la afluencia de visitantes con la necesaria preservación del lugar. El trabajo se hizo sobre la ancestral ciudadela peruana de Machu Picchu, aunque es de aplicación para cualquier monumento o entorno histórico que se enfrenta a un inevitable deterioro provocado por la presión de grandes flujos de visitantes, así como la dotación de servicios y atención que éstos requieren.
Se trata de buscar un equilibrio entre la conservación del patrimonio y su capacidad turística, sin mermar la importante fuente de ingresos que ésta representa. Crecente Asociados, un estudio de A Coruña, ha sido seleccionado por la Organización Mundial del Turismo (OMT), dependiente de Naciones Unidas, para realizar este estudio a demanda del Gobierno de Perú, preocupado por gestionar de forma más controlada y sostenible la capacidad turística de la villa inca más visitada. Las autoridades peruanas presentaron en 2005 un plan maestro para la gestión turística del histórico santuario andino, asentado en un paraje de incalculable valor arqueológico y natural, además del carácter sagrado del lugar para los peruanos. Pero fue rechazado por los operadores turísticos porque planteaba limitar las visitas a 2.500 personas por día.
La catedral de Santiago debe tomar medidas ante la presión turística
El arquitecto gallego, que presenta hoy en Madrid ante la OMT y las autoridades peruanas las conclusiones de la primera fase de su trabajo, coincide en la necesidad de poner coto al flujo de turistas en Machu Picchu, pero no con una cifra cerrada. Crecente propugna establecer un programa de gestión que permita calcular cada día el limite de entradas en función de las condiciones meteorológicas, topográficas y atmosféricas, el riesgo de incendios, y otros eventos que influyan en la afluencia de visitantes, como festividades o periodos vacacionales.
La propuesta, de ser aceptada, se desarrollará con ayuda de las universidades para desarrollar un programa científico y de información geográfica específico al lugar para determinar su capacidad de carga turística. Buscar un equilibrio entre turismo y patrimonio es un problema común a todos los lugares o monumentos que cuentan con la declaración de la Unesco. Crecente cita como ejemplo la catedral de Santiago, que de seguir el actual crecimiento de sus visitantes, constante en los últimos años, deberá en breve plantearse medidas para prevenir deterioros provocados por la presión turística, y entre ellas la posibilidad de limitar la capacidad del monumento compostelano. Las largas colas de personas que se forman ante sus puertas, sobre todo en verano y más si es Año Santo, tienen también un impacto en las plazas de Obradoiro y A Quintana, así como en otras zonas contiguas del casco histórico.
En Machu Picchu, sobre el que pesa la amenaza de ser declarado patrimonio en peligro, el estado de conservación de la ciudadela santa es bueno, según concluye el estudio de Crecente, pero los problemas se concentran en el entorno, principalmente en el pueblo que está al pie del santuario, antes llamado Aguas Calientes. Su fuerte desarrollo, con una oferta de servicios y tecnología impensable en un lugar tan remoto como Machu Picchu, fue tan rápido como desordenado.
El plástico, procedente de envases de bebidas, bolsas y otros elementos que trae consigo el turista, es el principal enemigo de la ciudadela andina, que tuvo que instalar una planta de tratamiento a las puertas del pueblo, explica Crecente.
El arquitecto señala que tampoco hay que olvidar que el turismo representa una fuente de riqueza económica, y muchas veces la única, en zonas deprimidas o aisladas. La ciudadela andina, situada a 2.500 metros de altitud, es de dificil acceso, otro elemento a tener en cuenta en la planificación.
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