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Reportaje:

Sarkozy seduce a los intelectuales

El candidato conservador francés recibe el apoyo del filósofo André Glucksmann y las simpatías, entre otros, del escritor Max Gallo

Los intelectuales, que en Francia actúan como una especie de oráculo y están presentes permanentemente en los medios de comunicación, han entrado en campaña. No es una novedad que apoyen a la derecha, pero ya es menos habitual que sean algunos de los nombres más conocidos de la generación pos-sesentayochista, los llamados nuevos filósofos, como André Glucksmann, Pascal Bruckner, Alain Finkelkraut o Marc Weitzmann quienes se pronuncien en favor de Nicolas Sarkozy.

¿Tanto ha cambiado Sarkozy? Para empezar ha autorizado a la autora teatral Yasmina Reza para que le siga a todos lados, esté presente entre bambalinas y pregunte lo que quiera para escribir un libro sobre su campaña que se publicará después del verano. Ayer visitó al primer ministro británico, Tony Blair, que encarna la revitalización de la izquierda en su país y alabó el "pragmatismo" de su anfitrión que, dijo, ha sabido "modernizar el país" y "conseguir el pleno empleo". Todo un reto hacia el electorado francés.

Glucksmann: "Francia está en un momento en el que hay que atreverse a pensar"

Pero Sarkozy, también es capaz de atraerse a la vieja clase intelectual francesa. El caso más sonoro es el de Glucksmann, que publicó el lunes una carta abierta en el diario Le Monde con el expresivo título Por qué elijo a Nicolas Sarkozy. Personaje central del grupo de los nuevos filósofos, participante activo en el Mayo del 68, el hombre que calificó a Francia de dictadura fascista en 1972, se ha movido ahora en dirección de las tesis neoconservadoras de la Administración de George W. Bush, según algunos en razón de una cierta afinidad con el lobby proisraelí.

Glucksmann fustiga a una izquierda, la socialista, que no ha sacado ninguna lección del gran fracaso de 2002, "vacía" y "narcisista" que ha ignorado todos los debates que han tenido lugar en Europa, desde la renuncia del marxismo por el SPD alemán en Bad Godesberg hasta el New Labour de Tony Blair, sin contar el derrumbe del imperio soviético.

Las simpatías por Sarkozy se extienden también a personajes tan tradicionales de la izquierda francesa como el escritor Max Gallo, que hizo abierta campaña por el no de izquierdas en el referéndum sobre la Constitución europea y fue consejero áulico del ex ministro socialista Jean Pierre Chévenèment. A Gallo, como buen nacionalista, le gustan los llamamientos a la patria.

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