Regreso suicida
Nueve meses después del último que lo consiguió en Tel Aviv, un nuevo ataque suicida palestino ha matado a tres personas en Israel, en Eilat, en la costa del mar Rojo.
La reaparición de este tipo de atentados salvajes, que se habían reducido notablemente como fruto de la labor de defensa, de la construcción del muro-valla de separación y de la acción de las propias autoridades palestinas, señala lo difícil que va a resultar reanudar cualquier tentativa de diálogo. Aunque los intentos de suicidas son constantes, este atentado parece diseñado muy concretamente para dinamitar los últimos esfuerzos destinados a encauzar un nuevo diálogo hacia la paz.
El atentado ha sido obra de un palestino de Gaza que, según Israel, entró en su territorio desde Egipto. Ha sido reivindicado por tres grupos: las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa (vinculados al partido Al Fatah del presidente Mamud Abbas), el Ejército de los Fieles y los Batallones de Saraya al Quds de la Yihad Islámica, según los cuales
se trataba de centrar la atención de los palestinos para que dejen de matarse entre sí.
Pero el atentado no ha logrado frenar por un minuto la violencia entre las propias milicias palestinas en Gaza, donde ha habido muertos por quinto día consecutivo. Los intentos de mediación del rey saudí para parar este enfrentamiento fratricida parecen tropezar con la dura realidad de una semiguerra civil. No es éste el ambiente más propicio para la formación de un Gobierno de unidad palestina no encabezado por los integristas de Hamás, movimiento vencedor de las elecciones de hace un año.
Y, sin embargo, pese a la sangre, pese a este atentado suicida, algo se está moviendo en este conflicto. La semana pasada, en la localidad suiza de Davos, palestinos e israelíes señalaban su intención de saltar directamente a un estatuto final. El próximo viernes se reúne en Washington, para explorar éstas y otras posibilidades, el Cuarteto formado por Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y la ONU, encabezada ésta por su nuevo secretario general, Ban Ki-moon.
La entrada por vez primera de un ministro árabe en el Ejecutivo israelí es otro paso, aunque quizá en el vacío, pues muchos árabes israelíes no se sienten representados ni se compensa así la mala imagen de la presencia en el Gobierno del ultraderechista Avigdor Liberman. Pero si la paz tiene alguna posibilidad de avanzar, su devenir no puede volver a quedar en manos de cualquier terrorista suicida.
