Equilibrio, 'ducados' y tenacidad
Pilar Gallego se plantea casi todos los días dejar de fumar. Pero aún sigue quemando demasiados ducados a la puerta de su despacho de subdelegada del Gobierno en Madrid, el lugar donde pasa demasiadas horas diarias desde mayo de 2004.
Nunca ha intentado abandonar la cajetilla blanquiazul de verdad, dice un amigo íntimo. Si realmente tomara la decisión lo conseguiría, sin duda. Porque ella, tan delgada, aparentemente tan frágil, dice, es equilibrio y tenacidad. Se deja llevar poco, de tal manera que mantiene siempre un punto de sosiego y racionalidad. Y nunca se da por vencida, asegura. Sólo flaqueó cuando murió su madre y se quedó sin referencias. Cree que siempre hay una solución para todo. Una salida. Para el tabaco también la tendría.
Así que quienes la frecuentan la recuerdan sonriendo, conversadora, atenta. Realmente atenta. Y con un ducados. A veces sujeto en su brazo derecho, más corto que el izquierdo.
Así, integrando con naturalidad su malformación congénita, lanzándola al mundo, educaron a su hija única, nacida hace 47 años en León, un funcionario de Renfe y un ama de casa de origen valenciano. Su brazo nunca la detuvo, ni para jugar, ni para esquiar, ni para hacer el pino en clase de gimnasia, ni para ser la protagonista de las funciones teatrales ya de adolescente, sencillamente porque era la más guapa, o casi, de la pandilla. Era mala como un demonio, recuerda la madre de su primera amiga del colegio. Y muy simpática.
Simpática sigue siendo. Desde 2004, Pilar se mueve entre uniformes, concejales, vecinos, asociaciones. Gente. Le gusta la gente.
Estudió Derecho en León. En el aula coincidió con el hoy presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, cuando aún era Papes, y con el ministro de Defensa, Jose Antonio Alonso, cuando le llamaban Toño. Se hicieron amigos. Con Toño creció, él opositando a juez y ella a Técnico de la Administración de la Seguridad Social. Estuvieron juntos, algún tiempo casados, 14 años.
Tuvo la oportunidad, con veintipocos años, de meterse de la mano de Zapatero en la política. Pero prefirió seguir pensándoselo, seguir en lo suyo, la gestión pública. "Pero lo del PSOE de Zapatero y lo de Pilar ha sido un matrimonio sin papeles", dice el amigo. Una especie de fidelidad sin carné.
En 1985, recién sacada la oposición, se incorpora al Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), donde llegó a ser jefa de recursos humanos. En la Seguridad Social la conoció el ex delegado del Gobierno, Constantino Méndez, que fue su jefe. Igual que su actual marido
se fijó en ella. Esto fue lo que vió: "Gran capacidad de observación de los problemas, intuición, coraje en la toma de decisiones, a lo que se añade una magnífica capacidad de interlocución y de trabajar en equipo. Y es una entusiasta, es su peor defecto". Otro de sus jefes diagnostica: "Eficacia, colaboración, lealtad, esa lealtad que te permite decir con libertad, 'pienso de otra manera".
En la subdelegación, lo ha aprendido todo sobre seguridad. Así que los fines de semana sigue las aventuras del inspector Wallander cuando las llamadas no le sobresaltan. Y en verano, con su cajetilla al lado, toma demasiado sol.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.