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Reportaje:

Demasiados lunes al sol

'El gran Tito', un histórico del sector naval, murió en Bouzas abandonado por su familia

Eduardo Fernández Nogueira vendía marisco y arreglaba cosas a la gente de Bouzas. Y les regalaba historias. Les contaba que había sido un gran sindicalista, que había jugado al fútbol en el Rápido de Bouzas e incluso en el Alondras de Cangas. Les decía que en aquella época le llamaban El gran Tito.

El gran Tito se quedó anclado en 1989, cuando la indemnización que recibió por el cierre del astillero Ascón, unos cuatro millones de las pesetas de entonces, le deslumbró. Ahí cerró la puerta al futuro, y su pasado se convirtió en presente. Tito nunca fue un líder sindical. Ni jugó en el Rápido ni en el Alondras. Pero una vez, hace tiempo, sí fue El gran Tito. Antes de que, hace una semana, su cuerpo apareciese sin vida flotando en el agua. Cuentan los de Bouzas que Tito se había caído al mar ya un par de veces, después de beber demasiado. La tercera le costó la vida. Murió ahogado.

"En las asambleas terminaba arengando a los trabajadores, que coreaban su nombre"
"No sé qué pudo hacerle a su familia, pero ni se hicieron cargo del cadáver"

Manuel Currás, un histórico del sindicalismo vigués, se acuerda muy bien de El gran Tito. Y de muchos como él, a los que la indemnización terminó destrozándoles la vida: "160 personas optaron en 1989 por la indemnización. Un 60% salió bien, inició una nueva vida, pero el otro 40% acabó mal". Como Tito, perdido en una barca de Bouzas entre el alcohol y sus recuerdos.

Tito vivía en una lancha motora. Allí guardaba sus secretos, si los tenía. Hacía tres años que andaba por el barrio más marinero de Vigo. Primero dormía en una barca pequeña, pero un pescador le regaló un día la motora. Nadie sabe quién fue el buen samaritano. Pero había muchos en la vida de Tito. "Es que era muy buena persona", asegura Diego, uno de los empleados de la gasolinera donde Tito se aseaba cada día.

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De hecho, Tito no pasó solo su última Nochebuena. "Andaba mucho con dos chavales", recuerda Diego, "y uno de ellos vino a buscarlo en Navidad para llevarlo a su casa". Antonio y Óscar son los "dos chavales". Antonio fue quien se llevó a Tito a su casa en Nochebuena: "Éramos unos veinte, y él estaba allí como uno más".

Antonio conocía bien a Tito desde que llegó al muelle de Bouzas hace unos tres años. "No sé qué pudo hacerle a su familia para que le dejasen tirado de ese modo", explica. "Pero ni siquiera después de muerto quisieron hacerse cargo de él". Antonio asegura que el miércoles pasado le llamaron de un juzgado de Vigo para preguntarle si él podía hacerse cargo de los trámites para enterrar a Tito, porque su familia había rehusado.

"Pon bien claro que yo digo que son unos desalmados, y que ojalá nunca sepa quiénes son, porque no sé qué haría si los tengo enfrente", explica. "Porque haya hecho lo que haya hecho en vida, ya estaba muerto".

Antonio y Óscar no sabían cómo se llamaba Tito en realidad. Ni dónde había vivido antes de llegar a Bouzas. "Se había metido un poco en la bebida, pero aun así era muy tranquilo, nunca molestaba a nadie". "Nunca nos pedía dinero ni nada que él tuviese, a veces le preguntábamos si tenía para comer, y si no tenía le traíamos cosas, también mantas en invierno", recuerda Óscar. "Nos contaba que él había sido uno de los líderes sindicales de las movilizaciones de Ascón, y que había actuado como el artífice del famoso encierro en el Ayuntamiento de Vigo".

Dicen los que le conocían que Eduardo Fernández dejó mujer y tres hijos. El gran Tito no dejó nada. Fue quizá la última víctima de la brutal reconversión naval que vivió Vigo en la década de los 80. Manuel Currás cree que "si Ascón siguiese abierto, él seguiría trabajando allí, porque era feliz con su profesión". Tito comenzó trabajando en Aycasa, una empresa de carpintería auxiliar de la construcción naval. Terminó en Ascón, entonces en manos de Alejandro Barreras, con cerca de 200 carpinteros navales más.

"Claro que le recuerdo perfectamente porque Tito se hacía notar", cuenta Currás. "En las asambleas terminaba arengando a los trabajadores, que coreaban su nombre". Quizá fue esa fantasía de ser alguien importante la que se derrumbó primero cuando se vio en la calle. Nadie le llamaba ya a gritos "Gran Tito". Tenía dinero y una vida por delante. Eligió no vivirla.

Hace una semana, a las 9.30 horas, el 112 recibió una llamada que avisaba de la aparición de un cuerpo en el agua. En la zona de los astilleros. Muchos de los que andaban por Bouzas le reconocieron. Tito era un hombre que se hacía notar.

Residuos de una reconversión salvaje

El recuerdo de Eduardo Fernández Nogueira está unido, sobre todo, al largo encierro que protagonizaron los trabajadores de Ascón en los momentos más duros del combate contra la reconversión naval. El veterano sindicalista Manuel Currás fue uno de los que pasó con él casi tres semanas recluído en la casa del Concello. Currás sonríe con melancolía recordando anécdotas del gran Tito que se resiste a contar. "Fueron muchos días de encierro, llegué a conocerle bien", apunta.

Durante veinte días, los trabajadores vivieron en el ayuntamiento. Y Tito era el que normalmente alegraba las largas noches, recuerda Currás. "Siempre le gustó contar historias", dice.

La reconversión naval fue uno de los momentos culminantes de la larga trayectoria del sindicalismo vigués. El movimiento había nacido en los años 60 con las primeras grandes huelgas durante el franquismo. En 1962 se formó Comisiones Obreras, la central que, diez años después, convocó la durísima huelga general de 15 días que marcó un punto y aparte en la historia laboral de Vigo.

Pero fueron los años 80 los más convulsos del sindicalismo local. El nombre de Ascón permanece anclado en la memoria de todos los vigueses por el regusto amargo que dejó el cierre del gran astillero. Otros, como Hijos de J. Barreras, revivieron después de la clausura. Pero no fue el caso de Ascón.

A principios de los setenta, Vigo era una potente ciudad industrial. En 1976 la quiebra de Hijos de J. Barreras comienza a cambiar las cosas. Tras 21 días de huelga general, el Instituto Nacional de Industria (INI) se hace cargo de la factoría. En 1978 empiezan los problemas en Astilleros y Construcciones (Ascón), hasta entonces una empresa modelo. En 1984 se cerró definitivamente, bajo el Plan de Reconversión Naval puesto en marcha por el Gobierno de Felipe González. El impacto fue brutal para Vigo. Se perdieron 6.000 puestos de trabajo en el sector naval, lo que provocó tres huelgas generales y cientos de manifestaciones. En 1986 se inició la segunda reconversión, todavía más drástica.

En la década de los 70, Vigo era una ciudad en pleno crecimiento. Sólo entre 1963 y 1968 la población aumentó más de un 10% hasta superar los 191.000 habitantes. Tenía también la renta per cápita más alta de Galicia En 1970, la plantilla de Barreras alcanzaba los 1.372 trabajadores, y Aycasa, la primera empresa de El gran Tito, 443. El retroceso llegó en los 80. Vigo tardó muchos años en recuperarse del golpe. Algunos, como Eduardo Fernández, ya nunca levantaron cabeza.

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