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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Al interior de la egolatría

Convertida casi desde el principio en un clásico de la narrativa política estadounidense, Todos los hombres del rey ha vuelto en una edición restaurada. En ella, Robert Penn Warren retrata la vida de un político desde el punto de vista de su asistente, que es periodista. Dos personajes que tienen en común la egolatría y que desenmascara un sistema.

TODOS LOS HOMBRES DEL REY

Robert Penn Warren

Traducción de Francesc Roca

Anagrama. Barcelona, 2006

776 páginas. 25 euros

Esta edición de ese clásico de la literatura norteamericana que es Todos los hombres del rey procede del original mecanografiado por Penn Warren (1905-1989), es decir, limpiado de todas las correcciones, adiciones o supresiones que se hicieron por los editores (de acuerdo con el autor). Éste es un modo de trabajo habitual en la edición norteamericana y suele llevarse a cabo con verdadera eficiencia, pero en ocasiones modifica bastante el trabajo del autor a cuenta de una pretendida mejor legibilidad, mejor concordancia de datos... y algo de censura también, por las costumbres de la época. Un precedente ilustre es el Sartoris de William Faulkner, que es la edición revisada y ajustada por los editores del manuscrito original de Banderas sobre el polvo, que se dio a conocer más tarde.

Sea como fuere, la novela es espléndida y las razones que el restaurador de la edición da en el epílogo resultan convincentes. Cuenta la historia de Willie Talos, un gobernador de un Estado del sur, desde sus inicios hasta su muerte; es el retrato de un demagogo populista de origen modesto que hace de los blancos pobres su palanca de apoyo hacia el poder. Es un hombre, brutal, carente de escrúpulos, duro, tenaz, que pasa por encima de quien sea para lograr sus objetivos, pero que también se enfrenta a la clase dirigente, tradicional e igualmente corrupta, en nombre de los blancos desfavorecidos.

Sin embargo, la persona que, además de ser el narrador, es el que sostiene dramáticamente el relato de la vida del gobernador Talos es un miembro de esa clase, un periodista que se pone a su servicio por una mezcla de cinismo y desencanto y cuya vida se ve afectada decisivamente por este hecho hasta el extremo de marcar su destino. Jack Burden es un observador y un ejecutor de órdenes, hombre de confianza de Talos, que poco a poco va adentrándose en un terreno de abyección del que no le libra su coartada de narrador. Es frío, es un perdedor refinado, pero, a diferencia de su jefe, es un hombre al que los problemas de conciencia le afectan de manera diferente: el ego reivindicativo y luego megalománico de Talos frente al dejarse llevar de Burden. Este dúo, un hallazgo soberbio, lleva la novela hasta su final con un brío, una intensidad y una eficiencia apasionantes. Al final nos esperan dos revelaciones acerca de Burden; una le toma por sorpresa aunque llegue a intuirla; la otra es perfectamente deliberada por su parte cuando nos descubre desde qué lugar y posición en el tiempo está narrando la historia.

No hay actividad a favor de los demás, de los desprotegidos, en la que Talos no ponga por delante su ego, que no sea a su mayor gloria. Esta mezcla de generosidad y egolatría es la clave del personaje del gobernador. El ego de Burden se aplica más a la búsqueda de sí mismo: exterioridad frente a interioridad. El libro está escrito con descripción sumamente morosa, tanto de escenario como de actitudes; a veces resulta sobrecargada e incluso repetitiva, pero nunca gratuita. La novela pertenece a un estilo minuciosamente realista propio de la narrativa americana de los cuarenta y posee muchos toques de novela negra hasta en las expresiones más costumbristas. Valga esta imagen como muestra de estilo y descripción: "Había también allí un par de cerdos tumbados de costado, semejantes a grandes ampollas que le hubieran salido a la tierra".

"Ésta es la historia de Willie

Talos", dice Jack Burden al término de su narración, "pero también la mía. Porque tengo una historia. Es la de un hombre que vivió en el mundo, y durante mucho tiempo lo vio de una manera, pero luego lo vio de otra muy distinta. El cambio de punto de vista no fue brusco. Ocurrieron muchas cosas, y ese hombre no sabía cuándo era responsable de ellas, aunque sólo fuera en parte, ni cuándo no lo era". Ciertamente, la conducta de Burden es la de alguien al que los acontecimientos le superan porque, al contrario que Talos, no acaba de ubicarse en parte alguna. Como en toda gran narración moderna, lo que se cuenta, en definitiva, es un movimiento de conciencia. Al final, un aire de tristeza y disolución acompaña a este narrador cuando culmina su historia porque lo que hay detrás de toda su intensa experiencia es la pérdida, de lo que se tuvo y de lo que no se llegó a tener.

Pero Todos los hombres del rey es también una gran novela política. Casi siempre la relación entre novela e intención, si ésta es política o didáctica, se escora por el lado extraliterario. No es éste el caso sino todo lo contrario: la demostración de cómo un poderoso talento literario es capaz de convertir en literatura cualquier tema que se decida a abordar. Y lo es porque acierta plenamente al integrar Historia e individuo en un conflicto dramático de una profundidad abisal.

Sean Penn, en una adaptación cinematográfica de 'Todos los hombres del rey', dirigida por Steven Zaillian.
Sean Penn, en una adaptación cinematográfica de 'Todos los hombres del rey', dirigida por Steven Zaillian.

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