"Euskadi es ahora mi segundo país"
Falak T. Seddik (Nador, Marruecos, 1969) se casó joven y joven enviudó. Se encontró "sola y con cuatro hijos", uno de ellos enfermo, en un país donde no les veía futuro. Pese a la oposición familiar, ha luchado hasta instalarse en Euskadi.
Falak T. Seddik nació hace 37 años en una familia bereber, con la que disfrutó de "una buena infancia". A los 17 años se casó con un hombre también bereber, con el que tuvo cuatro hijos, dos niñas y dos niños. Llevaban "una vida normal y feliz", sin problemas económicos, hasta que en julio de 2002 él falleció "sin avisar". "Estaba enfermo del corazón y no nos había dicho nada para no preocuparnos", explica.
"Es mejor que haya traído a mis hijos para evitar que se arriesguen a morir en el mar"
En ese momento, la vida de esta mujer, ama de casa, dio un completo vuelco. "Me encontré sola, viuda, joven, con cuatro hijos y en Marruecos", recuerda ahora. La mayoría de su familia reside fuera del país, pero ella había elegido permanecer allí. "Nunca pensé en salir", insiste. Sin embargo, su nueva situación personal le empujó a tener que hacerlo, una decisión que le está costando la incomprensión de sus allegados, de férreas ideas respecto al rol femenino.
Falak y su marido habían afrontado juntos la operación de corazón de su hijo mayor, pero la intervención no dio los resultados esperados. Cuando enviudó, la mujer se vio "sola y sin dinero" ante la noticia de que el niño debía pasar de nuevo por el quirófano. No se arredró y puso la maquinaria en marcha para conseguir préstamos. Contactó así con un médico en Francia que podía operar a su hijo por una suma menor que en su país, aunque antes tenía que someterse a tratamiento. Empezaron entonces las idas y venidas. "No podía quedarme todo el tiempo en Francia. Debía volver a Marruecos porque tenía tres hijos más. Tanto viaje me salió muy caro", apunta.
En ese ir y venir, Guipúzcoa se convirtió en una parada para poder descansar. "Me enamoré de esta tierra, me encantó", confiesa. Seddik se informó sobre las posibles ayudas con las que podría contar en esa provincia y le contestaron que para recibirlas debía residir allí. Decidió entonces quedarse con su hijo mayor. Corría junio de 2005. A través de Cruz Roja y Cáritas consiguió una vivienda de alquiler y trabajo, pero le faltaban sus otros tres hijos, que continuaban en Marruecos al cuidado de una amiga. "Estuve cinco meses sin ellos. Sufrí mucho. Es lo más terrible y duro que me ha pasado. Estaba como loca", rememora. Al final, logró reunirse con ellos tras pagar "mucho dinero" para que se los trajesen.
Se halla endeudada por mucho tiempo, pero no le importa. "Todo lo que he hecho ha sido por mis hijos, para conseguirles un futuro mejor y una vida más tranquila. En Marruecos tendría lo suficiente para mí, pero el futuro para ellos es imposible. Al hacerse mayores, querrían venir a España, como otros chicos. Entonces, es mejor que haya traído yo a mis hijos para evitar que un día se arriesguen a morir en el mar", argumenta.
Su hijo mayor sigue tratamiento en Guipúzcoa y al final no tendrá que ser operado de nuevo. Tanto él como sus hermanos se han integrado muy bien en el colegio. "Los dos pequeños hablan euskera fenomenal", indica. Ella también se encuentra muy contenta: "Cuando llegué no tenía nada ni a nadie, pero he recibido el apoyo de todo el mundo. La gente aquí es muy maja, me ha ayudado a salir de la ansiedad en que vivía. Nunca me ha tratado de forma diferente por ser de fuera".
La mujer se deshace en elogios hacia todas las personas y entidades que le han ayudado de alguna manera: Cruz Roja, Cáritas, SOS Racismo, el Ayuntamiento, la Diputación, los amigos, los profesores de sus hijos, los vecinos, los médicos, la asociación Amher, las monjas auxiliadoras..., enumera. "Una simple sonrisa para mis hijos ya me vale. Lo que necesitaba como mujer y madre de cuatro hijos era cariño, mucho más que cosas materiales y aquí lo he encontrado. Algún día volveré a mi país, pero de vacaciones, no para vivir. Euskadi es ahora mi segundo país. Aquí está mi familia de verdad", añade.
Pronuncia estas palabras con tristeza, porque en su dura lucha por el bienestar y el futuro de sus hijos no ha encontrado el apoyo de sus allegados. "Mi familia no quería que me moviera de Marruecos. Son bereberes y quieren que la mujer se quede en casa. Piensa que no debe mancharse el nombre de la familia con nada. Si sales de casa para buscar trabajo, ya lo has manchado. Ni me ha ayudado ni ha visto bien lo que he hecho. ¿Qué quería, que esperara a que alguien llamara a mi puerta? Pues no", asegura con firmeza.
"En Marruecos, una mujer joven y viuda está siempre en entredicho. No es nada, no existe, es como un trapo para limpiar, no tiene importancia,... Y a mí, como tengo una personalidad muy fuerte, nunca me ha gustado eso", concluye.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.